En la vida existen cosas que nunca podremos hacer a pesar de que lo deseáramos.
Pero también otras que nos vemos obligados a realizar porque así lo dictan las normas o costumbres. Vivimos en un mundo regularizado en el que debemos tener en cuenta todas estas cuestiones. Para el ser humano hay una escala de valores, éticos, sociales, y hasta económicos, de los que no podemos prescindir.
En las ciudades existen igualmente factores predominantes en los que hay que fijarse a la hora de diseñar su urbanismo y en el momento en que haga falta alguna que otra remodelación. Es obvio que en alguna de ellas el conjunto paisajístico deja mucho que desear, debido precisamente a la falta de atención sobre estos factores.
Para evitar asuntos como estos tenemos un vocablo esencial que debería regir cualquier cambio que se realice en un conjunto poblacional. La palabra en cuestión es “Prioridad”. Lo fundamental debe prevalecer siempre sobre lo accesorio. En las obras públicas, como en todo, ha de atenderse a las necesidades inmediatas de los ciudadanos y solo cuando estas estén resueltas echar mano a la floritura y ornamentación.
Viene esto al caso en relación con lo último observado en nuestra ciudad por mano de obras del Ayuntamiento.
Las prioridades relevantes en Marbella forman una tríada que todos conocemos de sobra: Sanidad, Educación y Deportes. Hemos olvidado ya el tiempo que hace que no se edifica un colegio o instituto, siendo como es que los existentes están colapsados y con una ratio desorbitada. La acumulación de alumnos en clase es una enfermedad peligrosa que impide la labor del profesorado y la atención de los alumnos.
Igual sucede con la Sanidad, con escasez de ambulatorios para una población que crece sin parar, y en donde los pocos existentes no pueden realizar sus funciones por falta de espacio y de personal. Si observamos las ciudades colindantes vemos el déficit que respecto a ellas tenemos. La ampliación del Hospital al día de hoy sigue en un “impasse” negativo.
Y en cuanto a lugares donde los jóvenes realicen el tan aconsejado deporte, vamos en picado si comparamos con ciudades como Estepona. Hace falta un estadio deportivo digno del renombre de la ciudad de la que acostumbramos a a presumir. A falta de estos objetivos estamos viendo en los últimos tiempos como se lleva a cabo de manera insistente la remodelación de las diversas rotondas que tenemos en nuestros accesos.
De la noche a la mañana han colocado en algunas de ellas árboles extraños y (a nuestro parecer) innecesarios o mástiles más extraños todavía cuyo mensaje, en el caso de que los hubiera, se nos escapa por completo. El arreglo de las rotondas no era algo prioritario, y el gasto originado, tal vez menor, pero gasto al fin y al cabo, un capricho municipal, como lo es, quitar y poner continuamente flores en los parterres cuando las existentes están todavía en perfectas condiciones.
Últimamente también se quejan los vecinos de la limpieza tan extraña de los cochecitos que dicen “Marbella avanza contigo”, los cuales parecen tener un callejero particular en su recorrido, ya que hay calles por donde no pasan nunca y cuyos suelos hacen daño a la vista por su extrema suciedad.
Mantener a una ciudad en estado de perfección es casi una utopía, pero al menos hay que intentarlo en aquellas cosas que más nos representan, como parques, alamedas y barrios.
En otras ocasiones ya hemos escrito de las playas, abominable situación de las principales, que lleva años sin que Costas decida colocar espigones como parece ser la única solución. Al Consistorio le corresponde presionar a los de Madrid para que este problema tan esencial tenga una respuesta positiva.
Consideramos a la ciudad como un elemento vivo que necesita los cuidados de uno cualquiera de los seres que habitan en ella.
Marbella ha conseguido un nombre propio y hay que mantenerlo cueste lo que cueste.
No es imposible. Es cuestión de voluntad. De los mandatarios y de sus habitantes. A partes iguales.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
Publicaciones anteriores de Ana María Mata
El legendario tango de Gardel y La Pera me sirve hoy de cabecera con la única modificación de los veinte por esos cuarenta a los que intentaré dar sentido en las líneas siguientes. Conste que no desconozco la idea que del tiempo poseen la mayoría…
Abres un cajón de manera fortuita y aparece de golpe una foto olvidada, embellecida por el tono sepia que el tiempo depositó sobre la imagen y cuya visión te lleva obligatoriamente a recordar lo que una vieja cámara captó. En el envés, la fecha a…
Estábamos tan ajenos a lo que iba a ser nuestro inmediato futuro, que a final de los años cincuenta todavía sacábamos las sillas a la calle las noches de verano y hacíamos tertulia vecinal de una acera a la otra. Los churros los hacían Guillermo…
Siempre he pensado que en el desarrollo personal cuenta más todo lo que suma que aquello que restamos. Las aportaciones de índole diversa que vamos acumulando son signos de riqueza mientras que lo que por alguna razón no queremos asumir, acaba convertido en pérdida. Ocasiones…
En el preciso instante en el que la celinda de mi jardín comienza a florecer con la pasión de un joven voluptuoso y las azucenas emergen como blancos soldados en guardia, advierto que San Bernabé nos apremia con deseos de jolgorio y anda cercano el…
Corrían los últimos años de una década para nosotros muy particular. Abril 1950. Marbella preparaba su ajuar de debutante. Olor a liturgia recién celebrada. La canela de un arroz con leche cercano rememora a Proust en algunas papilas sensibles. Hay una ligera modorra primaveral. De…
Tengo la impresión de que Enrique Grivegnée es un personaje poco conocido de la historia de Marbella. Por eso estas líneas, fruto de un pequeño trabajo de mi época universitaria van a intentar reivindicar su memoria dando a conocer su gran relación con nuestro pueblo…
Estoy segura de que algunos de mis generosos lectores sentirá una punzada de nostalgia al ver escrito en la cabeza del artículo el nombre de tan preciosa flor. Porque para él solo puede haber una Jacaranda y es la que yo pretendo traer hoy a…
Hay un dicho bíblico muy conocido pero que solemos olvidar: A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Los que nos dedicamos a los medios, intermediarios entre el ciudadano y la Administración, tenemos la desagradable obligación de criticar…
Paseando esta semana por nuestras calles, en especial por las que para mi son más queridas y más bellas, las del Casco Antiguo, me vino a la mente la reflexión de que la mayoría de ellas tienen nombres y apellidos que corresponden a personas destacadas…