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Desidia, el pecado capital de Marbella – artículo de Rafael García Conde

No hay miedo ni la más mínima preocupación en que la situación cambie. Esa situación que les mantiene en el poder es, en teoría, tan frágil como etérea; y al mismo tiempo tan segura como definitiva. Esa situación favorable para hacer lo que desee o no hacer nada no peligra. Se sostiene gracias a la desidia de los ciudadanos que la sufren y quizás critican en la barra del bar, no presentan ninguna reclamación y que olvidan en los momentos en que pueden cambiar la situación. Ellos saben que a la hora de votar los seguirán votando a pesar de todo. Y algunos responsables municipales se atreven con toda la desfachatez de mundo, y encima con razón, a decirte: “si no estás de acuerdo con lo que hacemos vota a otro”

Y me pregunto cuál es la razón de semejante desidia entre los ciudadanos. Lo comentamos un grupo de amigos delante de un café humeante y un par de tejeringos. Arreglamos el mundo para que nada cambie. Después nos levantamos satisfechos pero todo sigue igual.

Argumentos que vuelan: nada se puede cambiar porque todo es como es y a todos les viene bien como está. Y por tanto para qué esforzarse si nada cambia, ni tan siquiera el tiempo. Quizás es que todos los instrumentos (partidos, asociaciones, colectivos, etc. ) son todos iguales y cada uno se mueve en su pequeño mundo de intereses donde nadie los mueve. Será porque si se cambia el poder, los que asciendan, nos engañarán con sus promesas que todos sabemos que no cumplirán. O quizás que lo que decidan no nos afectará porque mi vida tiene otras prioridades que no resolverán desde allá arriba; o, lo que es más grave, esta ciudad no es mi ciudad y lo que hagan a mi no me importa. El argumento más frecuente: si vienen otros harán lo mismo. Todo es cuestión de echar balones fuera.

Me suenan a justificaciones para no implicarse en la vida de la “poli”. Porque la política es la preocupación por la poli, por la ciudad, por tu pueblo. Muchos de arriba están preocupados por desprestigiar la política. Mientras ellos hacen su política y se aprovechan de ella acusan a los que les atacan de ser políticos ¿Qué serán ellos? Es la mosca que se pone encima del mata mosca para acabar con sus adversarios y mantenerse en el poder. Hoy en día no hay argumento más definitivo en contra de alguien que decirle que son ideas políticas como si hablase del sexo de los ángeles o de argumentos del demonio.  En el fondo lo que dicen es: preocúpense de sus cosas y déjeme la función pública para mí.

En una ciudad desmembrada sin colectivos que tejan una urdimbre social como la nuestra, las opciones son difíciles, algunos pensamos que imposibles. Quedan algunos voceros aislados que predican en el desierto y algunos colectivos que luchan contra corriente por encauzar un conjunto de voces desoladas que ya están a punto de dejarlo por incapaz de encontrar la tecla.

Una ciudad desmantelada: sin infraestructura social, educativa, cultural, asistencial, patrimonial ¿es lo que los ciudadanos quieren? ¿es que no necesitan esos servicios? ¿es que no viajan y ven como están otras ciudades con menos habitantes y presupuestos? ¿es que no les importa? o ¿están a la espera de un salvador, sin aprender de aquel que iba a cambiar la ciudad y lo único que cambió fue su patrimonio personal?.

Eso sí: bonita sí está. ¿Es suficiente?

Desidia viene definida en el  diccionario de María Moliner como: “Falta de cuidado en el arreglo de sí mismo en el de las cosas propias, o en el trabajo que se hace. Abandono, pereza, descuido”

La desidia de quienes nos mandan se sustenta en la desidia de los gobernados. Saben bien que a nadie le importa como esté esta ciudad, en los déficits que tenga y en la falta de futuro. Una ciudad con un patrimonio increíble y un presupuesto enorme las posibilidades son inmensas. No hay un concepto de ciudad, ni lo que es ni lo que se quiere que sea en el futuro. Simplemente seguir adelante sin más preocupaciones.

Solo hay que leer ese Plan General, que no terminan ni quieren terminar porque así pueden modificar puntualmente lo que necesitan, y  veremos que solo prevé más de lo mismo.

La desidia la rompe el coraje por cambiar, por sentir que esta ciudad es nuestro pueblo y el de los míos, por implicarse en donde vives; porque es posible, aunque sea pasito a pasito.

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