Francisco Moreno- Marbellenses- Un desierto cultural

UN DESIERTO CULTURAL

Marbella es un desierto cultural con algún oasis perdido.Nunca ha sido una ciudad que se distinga por su oferta en este ámbito pese a poseer un patrimonio de altísimo nivel, una historia rica y antigua, y una población amplia que demanda cultura de calidad. No es nuevo, es una queja recurrente, casi fosilizada por resignación ante el modelo de ciudad impuesto, porque cada ciudad apuesta por una forma de vida, por un diseño social con el que sentirse identificado, una imagen que vender y la elegida fue el clima, el paisaje, el sol, las playas y al turismo una sonrisa.

Tras muchos años de invasión urbana, con el cambio climático arreciando, el paisaje casi aniquilado, el sol con crema de protección total y las playas menguadas, nos estamos quedando sin oferta. Atrás quedaron las glamurosas fiestas de la Jet Set, ya no hay actores y actrices famosos que llenen las hojas de las revistas del corazón, los aristócratas que ocupaban sus palacetes veraniegos se han marchado y las mafias, como bien expresaba días pasados Javier Lima, se han apoderado de Marbella.

Nos transformamos en una industria hostelera, con abundancia de alojamientos turísticos, más de los que necesitamos con miles de segundas residencias vacías, plazas hoteleras que ni en temporada altísima se llenan, con más bares, pubs, discotecas y restaurantes por kilómetro cuadrado que semáforos y con la gran mayoría de la población activa dedicada al sector servicios.Una vida muy estacional que nos obliga a vivir a tope tres meses al año y el resto a sobrevivir.

Ante este panorama hay quien es partidario, me refiero al equipo de gobierno municipal, de una huida hacia adelante con la previsión del PGOU de más urbanizaciones en los pocos espacios libres que subsisten al norte del término y colmatar lo que queda al sur de la carretera con más hoteles, eso si que es morir con las botas puestas. No existe el menor atisbo ni tímida intención de cambio de modelo y así desde hace 60 años. Pueden vender como quieran, con su maquinaria propagandística, su respeto por el medio ambiente pero la realidad es que para tocar naturaleza hay que desplazarse kilómetros a los municipios vecinos.

Los pequeños escarceos con la sostenibilidad quedaron en el papel con elPlan Estratégico Marbella-San Pedro 2022 ¿alguien lo recuerda? Propugnaba de forma un tanto idealizada un cambio en el modelo de ciudad con tres ejes principales: sostenibilidad, excelencia y conocimiento. Y digo idealizada porque para su realización se precisa dinero, que no hay, y sacrificio que, aunque quede solo en intención, no se conoce.

Pero tras esta puesta en escena volvamos al desierto, al cultural y en concreto al de los museos, quizás el mejor índice para conocer la realidad de cualquier ciudad. Tenemos el Museo del Grabado Español Contemporáneo y el Museo Ralli, este último de capital privado. No voy a comparar Marbella con ciudades como Málaga que en los últimos veinte años ha transformado la ciudad con su apuesta por los museos ¿o si?, ni tampoco voy a confrontar con ciudades-patrimonio como Antequera o Ronda, plagadas de museos. Me gustaría centrarme en ciudades similares a Marbella. Estepona con menos de la mitad de la población tiene museo paleontológico, arqueológico, taurino y el MAD. Vélez-Málaga con la mitad de población dispone del MVVEL, el Centro de Arte Contemporáneo, el museo de Semana Santa y varias salas expositivas entre las que destaca la de María Zambrano y la de Miguel de Cervantes.

No quiero aburrirles con más datos, vayamos al grano ¿cuántos museos se han creado en Marbella en los últimos 30 años por iniciativa municipal? Ninguno; ¿Cuántos museos se han propuesto construir en los últimos 30 años? Varios y ninguno construido. Esto no es un síntoma, es el signo de una enfermedad, padecemos de atonía cultural, que es lo mismo que un estado catatónico.

La tarea de un museo no es la de embalsamar objetos, ni la de una exposición pasiva, los museos son dinamizadores, revitalizan el entorno, son un factor activo de atracción, son generadores de industrias culturales que a su vez originan otras alternativas de ocio. Sorprende que teniendo tan cerca el ejemplo de Málaga en esta marbellense ciudad no se haya dado ni un paso en ese sentido.

Monumentos tan emblemáticos que podrían disponer de salas expositivas como la Alcazaba (que habría que empezar a llamar castillo romano), la basílica de Vega del Mar, el convento de la Trinidad o el trapiche del Prado lo único que acumulan es retraso en sus archiprometidas rehabilitaciones, en algunos casos de décadas. Nuestra riqueza etnográfica, la de los molinos, trapiches, pesca y agricultura es desconocida. Incluso un museo del turismo tendría un éxito incontestable.

Este año, que por primera vez en nuestra historia apenas hemos tenido turismo, debería servir para reflexionar si no ha llegado el momento de ir abandonando el ladrillo y empezar a pensar en otras soluciones. No es tarde aún o quizás si, no me gustaría ser apocalíptico y mucho menos agorero pero si falla el turismo se hunde Marbella.

Más artículos de Francisco Moreno – Marbellenses

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies