Francisco Moreno-Marbellenses- Yo acuso

YO ACUSO

Es un grito de rabia e impotencia por todos los perdedores de la historia de España. Por esas personas anónimas que malograron sus sueños. Es queja y lamento por las injusticias que sufrieron. Es el J’accuse…!de Émile Zola sobre el caso Dreyfus. Es la España de la rabia y la idea de Antonio Machado adobada de la rebeldía de Unamuno. Es el grito de quien aún se conmueve y subleva frente al poder tirano, el que somete y condena a malvivir al humilde.

Tantas pequeñas historias en cualquier lugar y momento que escriben una historia muy distinta a la convencional de grandes triunfos y personajes, que se aproxima con ternura a la más cotidiana, esa que engrosa el silencio pero pervive en la memoria acumulando un poso de resentimiento y en Marbella tuvimos muchas.

Antonio Moreno Porras, hortelano, tuvo una gran oportunidad en 1889. El Estado se había incautado la torre vigía y los terrenos nombrados del Real de Zaragoza, – la misma finca donde se va a construir un resort de lujo -. Se le adjudicó en subasta por 1625 pesetas pagaderas en 20 sufridos plazos que Antonio pagó uno a uno. La escritura se refrendó ante el notario Francisco de Paula Romero Rodríguez y fue presentada en el libro de registro general con el número de asiento 121 el tres de diciembre de 1889 con las tasas de la oficina liquidadora de derechos reales y transmisión de bienes de Marbella y el bonito sello del notario.

Con el tiempo la finca comenzó a ser productiva pese a que una parte fue vendida para que se construyera el cuartel del Real de Zaragoza en 1913. Antonio había cumplido con su sueño, era propietario de una finca para vivir bien y tenía una familia junto a su mujer María Zumaquero Ballesteros y sus dos hijos Sebastián y Antonio.

Yo acuso a los caciques de todos los tiempos, los de antes y los de ahora que, aprovechándose de su privilegiada situación y con sucios manejos, abusan de los más débiles.

Su hijo, “el paisano” Antonio Moreno Zumaquero relata, en carta fechada en 1924, al Excelentísimo Señor General Gobernador de la Provincia de Málaga que al poco de morir su padre le citó el procurador de los señores marqueses de Larios, don Andrés Moyano, para comunicarle que los terrenos comprendidos entre el arroyo del Real de Zaragoza que se encuentra enclavada una tercera parte de la finca hasta el límite del oeste o sea el arroyo del Alicate eran de dichos señores. Incredulidad e impotencia.

La escritura estaba muy clara en la descripción: “Finca compuesta de 55 fanegas de tierras roturadas, monte bajo, barronales y arenales. Linda por el norte con el camino real y tierras de don Gabriel García, poniente arroyo de Alicate, levante la ventilla de Juan de Flores y por el sur la zona marítima”, pero los Larios, una dinastía en franca decadencia en la década de 1920, recurrió a la justicia para reclamar la propiedad.

Yo acuso a esos jueces que de forma fraudulenta no buscaron la justicia sino la facilidad de condenar a los que menos tenían.

El juzgado de Marbella dio la razón a la familia Moreno pero los Larios insistieron llevando el asunto al tribunal de Granada donde obtuvieron sentencia favorable el 22 de junio de 1922. Antonio narra con desaliento como el día del juicio su abogado no se presentó, nunca supieron la causa, y por tanto la escritura de propiedad tampoco.

La sentencia fue dura: “Fallamos: que debemos revocar y revocamos la sentencia apelada que dictó el juez de primera instancia de Marbella en quince de septiembre de 1920 y, en su lugar, aclaramos que la heredad denominada Alicate, en el término de Marbella y partido llamado de las Chapas y que se describe en el hecho segundo de la demanda corresponde su posesión y propiedad, por séptimas partes indivisas, a los demandantes don Guillermo Bernardo, don Arturo, doña María, doña Lucía, doña Dolores, don Carlos y don Manuel Mikie Larios; y, en su consecuencia, condenamos a los demandados don Antonio Moreno Parra y don Antonio  y don Sebastián Moreno Zumaquero y Josefa RandoZumaquero a que dejen libre disposición de los demandantes a la referida heredad Alicate”.

Con todo el rigor, el tribunal no consideró suficiente despojarles de la propiedad sino también, en un alarde de crueldad, que: “le abonen además los frutos producidos y debidos producir desde el día primero de agosto de 1914, imponiéndole a dichos demandados el pago de las costas de la primera instancia y no haciendo especial pronunciamiento respecto a las causadas en esta segunda instancia”. Los frutos se tasaron en 4550 pesetas y las costas 2475 más el embargo de las propiedades de la herencia yacente de los condenados entre las cuales se encontraba una parte de la finca que se había segregado y que fue subastada por 6505 pesetas.

Yo acuso a los dirigentes de toda clase y en todos los tiempos que no buscan el bien general sino el de unos pocos poderosos.

Lo habían perdido todo, el sueño de Antonio había tornado en pesadilla. Nadie movió un dedo para reparar tanta injusticia. Antonio, hijo, acudió a las instancias que pudo como le contaba a ese excelentísimo señor general gobernador: “Que al formarse el Directorio Militar me aconsejaron que hiciera constar todo esto al señor delegado gubernativo de Marbella, el cual al presentarle la denuncia me atendió muy bien citándome hasta tres veces pero en la última me devolvió los documentos, no él personalmente sino su escribiente”. Puerta y aire que los perdedores ya lo son para siempre sin remisión ni redención. Epílogo y fin. Para los Larios era una finca más, un pleito más, para los Moreno era su vida y su hacienda.

Hoy sus descendientes viven en Marbella, mantienen viva esta triste historia guardando los documentos como un tesoro para que no se olvide nunca y aunque ya no haya resquicio para la restitución yo lo escribo, publico y acuso para que tengamos presente siempre que no fueron perdedores sino víctimas.

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