La forma más común de que la gente renuncie al poder es pensando que no tiene ninguno. Y no lo tiene porque nunca lo tuvo, porque no puede tenerlo, porque no está en sus genes, porque no estás preparado y por tanto deja de intentarlo. Cuando te llegan a convencer que no tienes posibilidad entonces el trabajo queda hecho y ya no puedes recuperar la confianza y dejas de intentarlo. Perdida la confianza el campo queda libre. El otro – normalmente la derecha o aquellos que lo tuvieron siempre- tiene ganado la mitad del terreno.

El desaliento es entonces causa y síntoma de esta dejación. Es causa porque te deja en la apatía dominado por la sensación de impotencia o la falta de medios. Y es consecuencia porque abandona el campo para que el otro pastoree a su gusto. A nivel político te dejan participar con tu voto en unas elecciones y después te piden que lo olvides y lo dejes a ellos que son los que saben porque siempre lo tuvieron. Democracia representativa en contra de la democracia  participativa. Depositar el voto cada cuatro años y después dejar el campo libre. Nada de manifestarte, organizarte ni participar a través de colectivos o asociaciones.  Vota y déjame a mi.

La desafección -menuda palabrota- es lo que se persigue. Para provocarla te repiten los mismos mantras: todos son iguales, para qué esforzarte, esto no hay quien lo cambie porque es muy difícil, preocúpate por lo tuyo y sálvate. Nuestros padres nos decían en época franquista aquello de: tu hijo no te metas en política. Ahora hay una campaña de desprestigio de todo lo político -especialmente si tiene color de izquierda- como algo denigrante, corrupto y sucio. Pero, curioso, si ejercen la política ellos entonces todo es por un servicio generoso y de agradecer al pueblo.

La equidistancia es el nuevo argumento para no percibir las diferencias esenciales entre un poder y otro, entre una ideología y otra. Si te defiendes de un ataque ya participas y eres responsable. La confusión crea ignorancia. La culpa repartida ya no es de nadie.

Busquemos la raíz. Es sencilla y simple. No es tan complicado. Hay quien defiende lo público y quien defiende lo privado. Hay quien defiende potenciar, financiar,  ampliar y desarrollar las funciones del Estado y quien pretende eliminarlo para que cada uno salga por donde pueda -el abanderado de esta ideología es el presidente estadounidense- Eliminemos impuestos y solidaridades pero eso sí exigimos que nos ayuden cuando no podemos.

Mientras tanto ellos que son los que tienen este derecho por orden divina, porque están mas preparados o porque tienen los medios se dedicaran a preocuparse por el bien común que normalmente es el suyo.

Vayamos al fuego que ahora nos incendia. Con  datos. Solo como ejemplo y actualidad. Y dejo de lado la incapacidad e inutilidad de su gestión.

Es absurdo y despilfarrador mantener los operativos durante el invierno que no hay posibilidad de fuego. Dice el Consejero de Medio Ambiente de Castilla León. Ahora denuncia la falta de medios.

Reducción de más de cien bomberos forestales en Galicia pero exigimos los medios al poder central. Pedimos más medios mientras acortamos los nuestros. O dejamos las cubas paradas por falta de personal.

Nadie apoya las exigencias y la figura de los bomberos forestales -ley recién aprobada que nadie quiere cumplir- hasta que no arden nuestros campos.

Recortemos impuestos pero cuando llega una pandemia, una Dana o un fuego exijamos que el Estado solucione el problema.

Yo tengo el poder pero cuando no cumplo la culpa la tiene el otro.

Encarguemos a empresas privadas la gestión de prevención y extinción del fuego, pero cuando llegan las llamas exigimos al Estado como si fuese el hermano mayor de Zumosol.

Y lo que pienso es que no se puede defender esta hipocresía. Queremos un Estado adelgazado, sin medios, sin financiación y cuando llegan las vacas flacas reclamemos y exijamos la ayuda de “Madrecita” de Estado. No se puede estar, decían los antiguos, en misa y repicando. 

O optamos por un Estado -sea central autonómico o municipal- fuerte que potencie la sanidad, la educación la dependencia, bomberos, policias… – los servicios públicos en general- o defendamos que cada uno haga de su capa un sayo y el que más pueda saldrá mejor. O como yo digo: esto no puede funcionar si cada uno piensa en lo suyo menos yo que pienso en lo mío.

Rafael Garcia Conde

Jubilado

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