Javier Lima -Verso Libre – Mis mejores deseos

Javier Lima

Mis mejores deseos

Vaya por delante mi enhorabuena a este nuevo periódico al que le deseo una larga vida y, como no, mi agradecimiento por dejarme ser parte de este proyecto como colaborador de esta aventura periodística. Los medios informativos son fundamentales para construir una democracia y que esta perdure con buena salud; me atrevería a decir que hoy son tan necesarios como lo es un tablón de madera a un náufrago.

Llevaba tiempo sin escribir. Mi última colaboración fue en la revista cultural de La Garbía para hablar del silencio, un estado tan necesario para el alma como para el cerebro, el cual se regenera cuando silencias tu mente con asiduidad, como la ciencia ya ha demostrado. Y como un presagio me he visto sumido por un tiempo en esa quietud; como una necesidad vital y para asimilar todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor -que he vivido con estupor-y así poder reflexionar con serenidad entre tanta información y desinformación.

Es fácil sucumbir al pesimismo y pensar que todo lo que está ocurriendo no nos servirá de nada para avanzar como sociedad porque no aprenderemos y seguiremos cometiendo los mismos errores. Sobre todo, cuando vemos el tono de crispación, la politización de absolutamente todo y el poco espíritu colaborativo que debería haber en estos momentos de crisis donde todos deberíamos poner por delante el interés común.

Uno que viene del activismo social y del servicio público no puede ni debe caer en la baja autoestima social donde terminas convenciéndote a ti mismo que no hay nada que podamos hacer para mejorar nuestra realidad, ni como individuos ni como organizaciones ni como sociedad. Si por desgracia caes en ese estado es mejor apartarte y dejar a otros que sigan impulsando.

Afortunadamente son muchos los que lejos de la laxitud o la crítica estéril optan por pasar a la acción arrimando el hombro y dando lo mejor de sí mismos para hacer de este mundo un lugar mejor. Desde luego prefiero poner el foco en eso. Lo hemos visto en esta crisis con todas esas personas que han sido claves -y me temo que lo volverán a ser en breve- como ha sido el sector sanitario y de la limpieza, las fuerzas de seguridad, los transportistas, los trabajadores del sector primario que nos proveían de alimentos a nosotros y a la industria para que no nos faltara de nada en los hogares, los empleados de las tiendas y de todos aquellos servicios que han sido fundamentales para que viviéramos confinados en las mejores condiciones. También todos aquellos que han utilizado sus empresas y sus propios recursos para que hubiera mascarillas, equipos de protección para los sanitarios o comida para los más golpeados por esta crisis. Ha habido muchos a los que habría que darles un infinito agradecimiento y reconocimiento.

Tengo la suerte de trabajar con muchos de estos héroes que ponen por delante el interés general al particular. En mi profesión me relaciono con personas que pertenecen a colectivos sociales o son emprendedores sociales que en la creación de sus iniciativas se plantean deliberadamente la producción de un beneficio para la sociedad, de un impacto social en sus actividades.

Cada vez existen más personas con una mayor sensibilidad y conciencia crítica —con esta crisis veremos como proliferan— que dejan su zona de confort para crear colectivos o sumarse a ellos para aportar su experiencia para transformar la realidad de las personas más vulnerables o de problemas que afectan al planeta. Parece que a los millennial les viene de serie ese compromiso para responder de forma positiva a las grandes desafíos que nos enfrentamos la humanidad: la falta de agua, el hambre, la falta de acceso a la educación, a unos cuidados paliativos dignos, a la inserción sociolaboral de los colectivos más vulnerables, el medio ambiente y la preservación de la biodiversidad, el despoblamiento rural, etc. 

Desde cualquier campo se puede promover un impacto social: la educación, el medioambiente, las TIC, la cultura, la gastronomía, la salud, el deporte, el comercio, el turismo, la comunicación, la moda o el turismo entre otros campos. Realmente no se aplica a un sector concreto. Puede ser cualquier acción que realicemos y que plantea un cambio en positivo sobre algún aspecto que nos rodee y que sirva, sobre todo, para mejorar las condiciones de otras personas u otros colectivos o del medio ambiente. Podría citar muchos ejemplos de emprendedores sociales que con su tesón han conseguido logros impensables: como el hecho de que 180.000 familias en riesgo de exclusión accedieran a una vivienda digna como hizo Francesco Piazzesi en México con su iniciativa ‘Échale a tu casa’ o el caso de la asociación ‘Apadrina un olivo’ donde un grupo de emprendedores sociales en Oliete (Teruel) se unieran para frenar ese fenómeno de la España vaciada, creando una asociación que frenara el despoblamiento rural y el abandono del olivar centenario: el resultado está ahí. En cinco años de actividad han conseguido recuperar 8.300 olivos, generar 22 puestos de trabajo, muchos ocupados por personas con discapacidad intelectual. Gracias a la iniciativa más de 15.000 personas han ido a conocer su olivo, el proyecto, Oliete y su entorno así como la cultura Íbera.

Son solo dos ejemplos de los muchos que los que podría hablar. No hay que ir lejos, aquí en la provincia y en nuestro municipio tenemos empresas y emprendedores que desarrollan muchas iniciativas que, además de generar riqueza y empleo, están generando valor social. Yo me quedo con esto y deposito mis mejores deseos para que este movimiento y todas aquellas personas que quieren transformar el mundo no desfallezcan. Los necesitamos más que nunca.

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