Hace más de 200 años España fue arrasada a sangre y fuego por las tropas napoleónicas durante la Guerra de Independencia. En la provincia de Málaga la mayoría de los pueblos fueron ocupados, saqueados, quemados, etc. En Marbella una persona, el sacerdote Francisco Guevara de Vasconcellos, consiguió por un tiempo evitar los horrores de la ocupación francesa. Y lo pagó con su vida.

Esta es su historia. Una gesta desconocida e inédita ya que este periódico ha tenido acceso al único manuscrito del siglo XIX que existe en el que diferentes testigos relatan el papel que desempeñó este sacerdote marbellí en la lucha contra las tropas napoleónicas.

El manuscrito de 24 páginas, sellado el 21 de mayo de 1817, recoge el interrogatorio que, a instancias del presbítero Juan de Chinchilla y la hermana del sacerdote Antonia Guevara de Vasconcellos, se hizo a diversos testigos sobre los últimos momentos del sacerdote marbellí, “que influyó en la oposición a los Franceses de manera muy enérgica y patriótica, pidiendo una y muchas veces la obediencia exclusiva a nuestro muy amado Rey Fernando VII”.

Este manuscrito de 1817 ha podido ser recuperado por este periódico tras dos años de búsqueda.

El manuscrito relata cómo el sacerdote avisó al gobernador del Castillo de San Luis, que era el coronel Rafael Ceballos, de la proximidad de las tropas francesas “con el objeto de asediarlo y conquistarlo”. Gracias a la alerta dada por el sacerdote las tropas españolas pudieron preparar la defensa y rechazar a los francés. Los soldados napoleónicos trataron de tomar sin éxito la ciudad de Marbella en 4 ocasiones y, aunque el manuscrito no lo detalla, sí reconoce que el papel del cura fue fundamental para evitar el éxito francés en una de ellas. 

EL QUINTO ATAQUE QUE CONQUISTÓ MARBELLA

Sin embargo, en una quinta ocasión, a finales de noviembre de 1810, los franceses lograron forzar la entrada a Marbella ya que prepararon cuidadosamente su ataque. Cuatrocientos hombres de los regimientos 4º y 7º de infantería polaca, con una compañía de zapadores, fueron los encargados de arreglar los caminos. Mientras tanto, en Alhaurín se reunió el ejército del general Sebastiani: seis batallones y cuatrocientos cincuenta dragones, unos tres mil hombres.

Según se desprende de las memorias del general Bouillé, las tropas francesas entraron en Marbella y establecieron puestos de vanguardia frente al fuerte de san Luis, a pesar del fuego de artillería que recibía del mismo y de una fragata inglesa y varias cañoneras que apoyaban desde el mar a los españoles.

“Ocupé el monte llamado el Calvario e hice vivaquear al resto de las tropas detrás del convento de los Capuchinos, que domina la ciudad y por el que entré. El general Sebastiani llegó por la tarde, después de la toma y ocupación de la ciudad, para instalarse en un ingenio azucarero situado entre la montaña y el convento de los capuchinos”, explica Bouillé. El general de brigada se encargó también de que, para el seis de diciembre, llegaran por el camino de la costa las piezas de artillería que deberían destruir el fuerte de San Luis.

Una vez emplazados, los cañones del 24 franceses machacaron sin piedad la fortificación marbellí, deshaciendo muros, baluartes y desmochando las baterías españolas. Según Bouillé, “a pesar de la enorme distancia de nuestra batería, el fuerte era de tan mala construcción y las piezas de artillería españolas estaban tan mal cubiertas, que nuestras balas de cañón hicieron gran estrago”. Debido a ello, con la llegada de la noche, “la guarnición aprovechó el fuego y la oscuridad de la noche para evacuar el fuerte y embarcarse aprovechando un camino convertido en doble conexión que conducía al mar. Este movimiento permaneció desconocido para nosotros hasta las dos de la mañana, cuando, sorprendido por el repentino silencio del enemigo, envié una patrulla para reconocer el barrio”.

De este modo terminó la batalla por el fuerte de San Luis y comenzó la ocupación francesa de Marbella que se alargó durante varios meses. Los napoleónicos quemaron iglesias, diversos edificios, usaron el valioso archivo histórico de Marbella para calentar a los caballos y asesinaron a varios vecinos.

EL PRECIO DE RESISTIRSE A LOS FRANCESES

Uno de ellos fue el sacerdote Guevara de Vaconcellos. Según relata el manuscrito, “al hacerse público sus servicios se vio obligado a ocultarse en los montes para evitar la muerte con que se le había amenazado” por parte de las tropas francesas. Sin embargo el general de los soldados napoleónicos ordenó una batida por Sierra Blanca para capturar a los fugitivos, “y fue pasado por las armas por los soldados que lo escoltaban a medio cuarto de legua de la ciudad”.

Según detalla uno de los testigos del manuscrito, el teniente Francisco Granados, “estando el dicho cura Guevara refugiado en la ermita de los Monjes de la Sierra Blanca, de la ciudad de Marbella, fue detenido por los Franceses, llevado descalzo a Marbella y lo mataron de forma cruel junto a su criado, Juan Moyano, en la Huerta de Petra del Toro”.

Granados relata en el manuscrito que, después de la retirada de los franceses, el cadáver del sacerdote fue exhumado y enterrado en la iglesia parroquial de Marbella.

Otro de los testigos que avaló en el manuscrito el heroico comportamiento del sacerdote marbellí es Andrés del Moral. Este vecino relata como Francisco Guevara de Vasconcellos “predicó frecuentemente la obediencia al rey Fernando VII, exhortando a la gente joven para que se alistasen a la defensa de la patria y la ciudad”.

Del Moral también aclara que, tras la huida de los otros religiosos de Marbella, “administró por sí solo los sacramentos a los enfermos” antes de tener que refugiarse en la Sierra Blanca para escapar de los soldados franceses.

Otro testigo que consta en el manuscrito es el ingeniero de minas alemán Enrique Schnellenbühel, responsable de la mina de grafito situada a las afueras de Marbella. Según relata el historiador José Bernal en su artículo El ingeniero alemán Enrique Schnellenbühel y la mina de grafito de Marbella, “durante la ocupación francesa, Schnellenbühel fue corregidor de la ciudad a demanda de los propios vecinos. Aun así, huyó de la ciudad refugiándose en Cádiz para regresar en julio de 1813, casi un año después de la salida de los franceses. Con seguridad, su vuelta estaría relacionada con la continuación de la explotación de las minas de grafito”.

El ingeniero alemán también aparece en el manuscrito, ya que da testimonio de que él estuvo refugiado en Los Monjes hasta que las tropas napoleónicas detienen a numerosos vecinos escondidos en este paraje de la sierra  y cómo específicamente los franceses asesinaron al sacerdote y a su criado por orden del general francés.

Esta ha sido la historia del sacerdote Francisco Guevara de Vasconcellos. Un religioso que combatió a los invasores franceses sin derramar sangre. Animando a los marbellíes a luchar contra ellos. Que ha estado en el olvido más absoluto hasta ahora. Como los verdaderos héroes. De su gesta dan fe quienes lo conocían. Así ha quedado reflejado en el manuscrito que relata sus últimos momentos.

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