Será indiferencia ciudadana, porque no encuentro otro motivo, lo que impera en esa ciudad donde subyace una apatía o una fe ciega en que nada ni nadie cambiará.
Puede ser el estado normal que a nadie preocupa porque todo sigue funcionando. Peor o mejor pero sigue adelante. Las bombillas relucen -hay zonas en penumbra muy románticas, los socavones no son excesivos, los basureros siguen barriendo aunque haya zona donde no llegan, las pasamanos del Arroyo la Represa resisten en un equilibrio inestable, y las losetas bailan pero no en exceso.
Ya no sé ni cuantos años llevamos del mismo gobierno en la ciudad -salvando los dos años de interregno- pero me pregunto en qué ha cambiado esta ciudad. Qué obra significativa se ha realizado. Qué servicio olvidado ha sido resuelto. Qué proyecto ha resuelto un déficit importante: ciudad de la justicia, centros escolares, pabellones de deportes útiles, saneamiento integral, centro cultural, museo municipal, grandes adquisiciones de suelo o inmuebles, equipo arqueológico municipal, plan general, patrimonio de suelo e inmuebles olvidados o mal vendidos.
En muchos de ellos se han puesto primeras piedras, en otros ni eso, o se ha anunciado su pronta realización o están casi terminados sin equipamiento o personal como los ambulatorios y hospital. Han pasado muchos años y todo sigue igual. Para los bolsillos de los veinte cargos de confianza, eufemismo de a dedo, con sueldos por encima de los 60.000 euros todo es perfecto y que siga. En las próximas elecciones municipales todo continuará igual también. Porque a la indiferencia ciudadana corresponde una indiferencia en el gobierno municipal en la confianza de que serán votados. Porque sí, hay que decirlo, aunque duela: hay una bolsa inmensa de votos de personal municipal atrapado en las redes de un convenio inmejorable que no van a cambiar el sentido de su voto. Son agradecidos.
Los ciudadanos que no quieren participar de la vida pública los griegos los llamaban “idiotes” asociándola con la ignorancia y la falta de interés en los asuntos comunes.”Idiotes” es el origen de la palabra idiota. Quizás más que indiferentes habría que llamarlos idiotas. Puede parecer excesiva pero es la etimología. Qué le vamos a hacer.
Un pequeño grupo de desencantados resistimos, aunque poco hacemos, es verdad. Una manifestación, firmas o algún que otro artículo es todo lo que yo he hecho. Poca cosa. Y me importa mi indiferencia más que la de los demás. Porque por la de los demás poco puedo hacer pero por la mía algo más sí.
Hay una mayoría que ni eso. Tampoco me consuela. Idiotez es una palabra un poco fuerte, repito, pero así llamaban los griegos a los indiferentes a la vida pública.
A la indiferencia que provoca el desencanto se une la raíz de desilusión: de no hay remedio, de esto ha sido siempre igual. No son argumentos, son más bien justificaciones que nos impiden movernos.
Aunque hoy quiero ver también el vaso casi medio lleno. Me refiero a determinados movimientos en defensa de nuestro patrimonio, sea un molino o el edificio de la muralla, o la residencia del tiempo libre -algunos impulsado por personas incombustibles como Paco Moreno y sobre todo el colectivo de Marbella Activa.
Son pocos, repito, es verdad pero resistentes. Crean con sus acciones urdimbre social de la que tan necesitado está nuestra ciudad. Con sus acciones en defensa del patrimonio, con sus concursos y premios y con su ventana abierta donde cabemos todos, están creando pueblo.
Y termino. No quiero olvidar el esfuerzo, la tenacidad y la visión crítica tan increíble de los medios de comunicación virtuales como este Periódico de Marbella que son el contrapunto de unos medios públicos que dicen ser municipales y que funcionan como si fuesen privados de un partido político.
Rafael García Conde
Ex-concejal