Cuando se nos presentan en Marbella Activa reivindicaciones ante amenazas reales como la actual contra la Ciudad Residencial Tiempo Libre de Marbella (CRTLM), la Casa del Gobernador y otras tantas que hubo atrás, como esa idea de convertir Marbella en una City llena de rascacielos, lo primero que pensamos es si lo que a nosotros nos parece una burrada institucional (que destroza el modelo de ciudad como en el caso último) lo es a nuestro humilde criterio o lo es también para el resto de personas que tiene un mínimo criterio y sensibilidad.
Pudiera pensar alguno que esta lucha es propia de activistas de causas perdidas, de ciudadanos locos, de ilusos defensores de cosas sin importancia o de meros opositores o transgresores contra el poder institucional. Y no penséis que son pocas veces la que la voz de la conciencia te intenta convencer de que ese desgaste no merece la pena, de la pérdida de tiempo que supone, que solo es una lucha quijotesca contra los poderes fácticos sin oportunidad de éxito.
Afortunadamente la ética prevalece ante la baja autoestima social y te convences, —nos convencemos, entre nosotros—de que las otras posibilidades, como el silencio, la normalización o aceptación dela destrucción de nuestro patrimonio y otras tantas causas, no son una opción. Al contrario, sabemos que es un peligro para las sociedades dejar que ocurran, mirar para otro lado o esconder la cabeza y para luego, en todo caso, lamentarnos cuando la pérdida ya es irreversible. Son muchas las actuaciones que se pueden llevar a cabo: la primera levantar la voz porque el silencio es el peor cómplice en este tipo de actuaciones, porque parece que se impone una regla tácita en el orden político: si la ciudadanía calla es que a nadie le importa el atropello.
Cuando hemos impulsado junto a otros la defensa de la Ciudad Residencial Tiempo Libre de Marbella y hemos podido comprobar que en las primeras 48 horas se han sumado voces tan autorizadas como las que se han adherido al manifiesto nos invade un agradecimiento infinito ante la respuesta y serenidad al asumir que no estamos locos; que simplemente somos unos ciudadanos que nos importa nuestra ciudad y que un patrimonio como este no es solo de los marbellíes, nos pertenece a los malagueños, a los andaluces, a los españoles, a toda la humanidad. El patrimonio trasciende fronteras y por ese motivo compete a todos su conservación.
El problema aparece cuando los que tienen la competencia real de su protección son los mismos que lo quieren destruir, dejándolos morir hasta cerrar de forma definitiva sus puertas y desplazando a sus trabajadores a otros lugares, después de décadas de dar un valioso servicio público. Las razones últimas las sabrán solo ellos. Desde luego no se entienden y el despropósito queda a la altura de la rebelión que ha tenido lugar en el mundo de la arquitectura: la rebelión de los arquitectos, como ha acuñado mi amigo e historiador, Francisco Javier Moreno, para dar cuenta de los colectivos y los nombres tan relevantes entre los más de 450 arquitectos, catedráticos, profesores de universidad e historiadores, junto a otros miles de ciudadanos y personas comprometidas y vinculadas emocionalmente a la CRTLM, que se han adherido al manifiesto para decir alto y claro que el convenio firmado entre el Ayuntamiento de Marbella y la Junta de Andalucía para cambiar la calificación del uso, duplicar la edificabilidad y ceder a manos privadas se debe anular porque sería un sentencia de muerte; significaría con bastante seguridad la destrucción de un conjunto único de la arquitectura contemporánea, reconocido internacionalmente.
Pero no es solo un patrimonio arquitectónico protegido en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía, es un equipamiento social por el que han pasado más de un millón de personas que pudieron disfrutar de un merecido descanso vacacional. Un bien común que nos cuenta la historia turística reciente de nuestro país que permitió democratizar las vacaciones para hacerlas accesibles a muchos trabajadores de este país. También la de un ejemplo de arquitectura sostenible porque su excelente diseño -hay que pensar cuándo se diseñó- permitió integrar un urbanismo de baja densidad con la naturaleza y el paisaje litoral que lo rodeaba, respetando el ecosistema dunar.
No pedimos tanto. Tan solo proteger nuestro patrimonio y que en estas cosas que son de todos, los equipamientos y dotaciones públicas, seamos todos los que cocreemos su futuro a través de un proceso de participación entre las instituciones implicadas, los expertos y la ciudadanía.