El campo olía a muerto. Por lo menos eso decían quienes transitaban a finales de los 80 por las montañas del mayor bosque de España: el Parque Natural de Cazorla. La pestilencia se debía a los miles de ejemplares de cabra montés aniquiladas por un pequeño ácaro, el conocido como arador de la sarna, que arrasó con la población jienense de este animal ibérico, pasando de 10.000 cabras a menos de 300 en un par de años. Pero esta enfermedad parasitaria no se detuvo en Jaén. La sarna fue saltando de provincia a provincia, llegando a la Sierra de las Nieves a en 1989, Sierra Nevada a comienzo de los 90, Grazalema y, a día de hoy, afecta a poblaciones de cabra montés en todo el Mediterráneo español, excepto en la Sierra de Tejeda en el oriente malagueño.
Desde entonces, los técnicos de la Junta del Centro de Juanar han pasado más de 30 años limitando con los medios que tienen el efecto de la sarna en la población de la cabra en Sierra Blanca y los montes aledaños. Y están teniendo éxito, porque la Estación de Referencia lleva un tiempo aplicando un programa pionero con el que alimentan a las cabras que viven salvajes con unos piensos antiparasitarios y, a la vez, van liberando ejemplares sanos que crían dentro de las instalaciones del Centro. Hasta el punto de que, este año, no han detectado ejemplares enfermos en Sierra Blanca.

“Eso no significa que hayamos acabado con la sarna. Solamente que no hemos encontrado cabras enfermas. Es una buena noticia pero no podemos confiarnos”, explica, prudente, Félix Gómez Guillamón, Director Técnico de la Reservas Andaluzas de Caza. Gómez Guillamón incide en la idea de que la sarna es muy difícil de erradicar “y debemos seguir actuando en Sierra Blanca retirando a los ejemplares enfermos, tratando con los piensos antiparasitarios e introduciendo ejemplares sanos desde la Estación de Referencia de Juanar”.
ESTACIÓN DE REFERENCIA DE JUANAR: EL SANTUARIO DE LA CABRA MONTESA
La hecatombe caprina de los años 90 hizo peligrar la supervivencia de la especie y por eso, la Junta de Andalucía puso en marcha un plan B: tres Centros de Referencia de la Cabra Montés en Cazorla, Sierra Nevada y Juanar en Sierra Blanca que sirvieran como reservorios de la especie en caso de que todos los ejemplares en el medio natural fallecieran.

Para aumentar la población, la Estación de Referencia actúa como una granja de cría. Tienen 10 machos jóvenes, que se encargan de cubrir a las 30-40 hembras que hay en las instalaciones. Los machos vuelven al medio natural a los dos años y son sustituidos por otros “sementales” para evitar la endogamia. Las hembras también salen en libertad después de tres partos. Las crías suelen nacer a finales de mayo-junio. Y están en la Estación hasta el otoño del año siguiente. Que es cuando se hace una operación de manejo, en la que todos los ejemplares son chequeados, marcados y desparasitados antes de ser soltados en diferentes partes del Parque Nacional.
Gómez Guillamón también recuerda que el Centro de Referencia cumple otros dos objetivos muy importantes. “Por un lado, funciona como un centro de investigación, donde, por ejemplo, se ha tratado antes con ese tratamiento antiparasitario a los animales de las instalaciones o se han hecho trabajos de congelación de esperma, (0:37) de inseminación artificial, etc. Por otro lado, también se funciona como centro de recuperación de cabras montesas: si aparece un animal herido en la provincia, lo traemos al Centro de Referencia y ahí lo recuperamos”.

Los resultados están avalando el trabajo de los técnicos de Medio Ambiente: actualmente existe una población, por ahora sana, de unos 300 ejemplares en Sierra Blanca.
El romero, la lavanda, el tomillo, la pinocha y todas las plantas de Sierra Blanca no enmascaran ya el olor a cabra muerta. Los machos y las hembras monteses son de nuevo los amos de los riscos calcáreos de nuestras montañas. Para deleite de los miles de personas que recorren sus senderos. Y, sobre todo, de quienes lo han hecho posible: un grupo de técnicos de Medio Ambiente.