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Los vencejos, el artículo de Rafael García Conde

Los vencejos ya cortan el aire a estas primeras horas de la mañana. Nosotros nos refugiamos en la acera bajo la sombra de las acacias y del muro de la Ciudad Sindical de Tiempo Libre.

Sus estridentes y fugaces chillidos inundan el aire. Abajo el silencio con los saludos de las caras conocidas, los nombres perdidos por los años. Somos pocos y los mismos en todas las batallas, pero aquí estamos. Miramos el cielo con envidia. Ellos pasan su vida en el aire y vuelan libres como arcos negros rapidísimos con la flecha de sus picos preparados para su alimento. Pura fuerza. Incasables e inagotables. Somos pocos – repito pero incansables-, aunque no nos espere ninguna presa en este constante luchar contra corriente. Si. Lo hacemos porque lo necesitamos hacer; aunque no logremos cambiar la dirección del viento.

Vienen del sur tras un largo viaje de más de once mil kilómetros. Atravesando cordilleras, desiertos y mares. Nosotros venimos cada uno de un lugar distinto y hemos decidido permanecer en este suelo ingrato y desagradecido. En esta ciudad que queremos y que nos duele. Atravesando tantas desilusiones y esperanzas rotas por una geografía humana de desidia, ignorancia y desprecio a lo propio.

Son fieles a sus nidos que recuperan año tras año, cuidándolos y restaurándolos. Nosotros defendemos el nuestro que nuestros gobernantes quieren modernizar cuando no lo llaman por su objetivo verdadero: destruirlo. Cuidar nuestro hogar con su patrimonio de siglos.

La principal amenaza es la desaparición de las zonas de crías a causa de las obras de rehabilitación de los humanos. En nuestro caso del desprecio a su valor y la rentabilización crematística. Este patrimonio urbanístico que nos recuerda un pasado de respeto al medio corre el mismo peligro.

Nos olvidamos de nuestros amigos los vencejos e iniciamos una marcha tras una pancarta que recuerda a los escasos automovilistas el motivo. Somos tan respetuosos que nos retiramos para dejar pasa a los escasos coches. Los vencejos son más libres y decididos. Ya no nos queda fuerza, ni edad, ni valentía para cortar una carretera. Pura resistencia. La canción de “resistiré erguido frente a todo” resuena en mi mente.

Un paseo sobre las dunas que corren el mismo peligro ante  la barbarie de dos Instituciones – la Junta de Andalucía con la colaboración de esta Corporación Municipal- que primero no cuida lo que es suyo para dejarlo deteriorarse y después justificar su venta. El argumento es tan absurdo que chirría más que los vencejos. Rentabilicemos en dinero nuestro patrimonio porque obtendremos un beneficio económico anual. Con este argumento podrían poner en venta todo nuestro patrimonios cultural y obtendremos grandes beneficios en su venta -a subasta la Alhambra siempre habrá comprador de los petrodolares- Alguien tendría que explicarles que hay otro tipos de rentabilidades: sociales y culturales que deben proteger, cuidar  y promocionar. Como hay otros tipos de patrimonio como los arquitectónicos y naturales que deben defender. Como hay otro tipo de desarrollo respetuoso con el medio y con la historia.

Las casas hundidas y envejecidas por la falta de uso y cuidado casi desaparecidas bajo un bosque nos hablan. Son como olas que se protegen del viento. Resisten a un turismo de lujo y exclusivo hablándonos de un turismo social que cuesta reconocer fue iniciativa de un régimen que queremos olvidar.

Nos hablan de la resistencia medioambiental de una zona dunar y un bosque diverso que como oasis arbóreo nos saluda en la distancia. La gaviota encima del caracol negro de la torre de la iglesia nos mira solidaria.

Caminamos sobre la pasarela hasta que nos paramos para que nos hablen de la resistencia. Las declaraciones nos hablan de un turismo depredador y especulativo que nunca creíamos que pudiera ser bandera de las Instituciones públicas. Una enorme tarta a la venta que inicia la Junta y que el Ayuntamiento la carga con 30.000 metros cuadrados más de edificabilidad para hacerla más apetitosa. Dos palos para la misma rueda o dos cantantes con la misma canción. Eso sí, como siempre dicen, no se pierde la propiedad tras anunciar una cesión por 75 años. Nos toman por tontos. ¿Será verdad?

Lo que realmente proclama y se esconde debajo de la oratoria  de los responsables de ambas instituciones es una incapacidad y desidia de trabajar por el bien de los ciudadanos. Prefieren vender nuestra herencia a los particulares bajo una patina de lujo.

Los escasos vencejos que quedan – el calor aprieta- siguen con sus chillidos que ya no sé si son de risas, de rabia o de impotencia.  Nuestro silencio resuena igual.

Somos conscientes de ser un granito de arena que se niega a desaparecer bajo las palas de la modernidad. Que se niegan a ser engañados con estos proyectos vergonzosos y vergonzantes. Que defienden el patrimonio  cada vez más olvidado, deteriorado y vendido.

Rafael García Conde

Ex -concejal

Publicado por
Redacción

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