Patineteros, el artículo de Rafael García Conde

Van veloces por las aceras, por las calzadas, por los carriles bici, y por los pasos de cebra. Sor mirlos negros encapuchados que lo mismo andan, que corren o que vuelan. Son velociraptos de largas piernas y mente cortas, dispuestos a cazar a quienes se crucen en su camino.  Son flechas mecánicas alimentados por una adrenalina impetuosa -los peatones su diana-. Son cada día más y ya van en bandas y más rápidos y más voraces. Encima silenciosos. No se los ve ni escuchan venir. No todos, pero sí una mayoría son un peligro. ¿Exagero? Creo que no.

Se mueven como conductores  y como peatones. Con las prisas y el abuso de cada uno de ellos cuando le interesan. Un peligro para los peatones, para los ciclistas y para los vehículos que cruzan y adelantan con total impunidad. Porque ellos no son ninguno de ellos; o ,mejor, son el que quieren ser según les interese. Y la integridad de los demás, sean peatones o conductores, no importan. Especialmente en peligro la vida de los mayores que ni tenemos la visión o el oído perfecto ni andamos muy bien de reflejos y el cuerpo bastante frágil.

Su lema “libres para elegir” Pancarta del liberalismo que nos inunda como una ameba gigantesca que se adentra en todos los ámbitos de la sociedad y de las personas. Puedo hacer lo que me apetezca y las normas son un dogal que impiden que los lobos campeen en libertad. Yo dispongo de todos los derechos y , por supuesto, ningún deber. Yo puedo poner las condiciones que quiero y nadie me lo puede prohibir. ¿Recordáis? ¿Por qué tengo que recluirme en eso que llama pandemia y no me puedo tomar la cerveza cuando y donde quiera? porque yo soy libre. Libertad para aquellos que tienen el poder económico o social para imponérselos a los demás.

Podríamos reflexionar en la diferencia entre libertad y libertinaje – el límite de mi libertad es la libertad del otro-,pero creo que es más profundo. Se ha instalado la ausencia y el deterioro de un valor clave: el respeto. Respeto a los derechos de los demás, respeto a las normas que nos permiten constituirnos  como sociedad, respeto de un país a otro, respeto a los valores, opiniones, costumbres y cultura de otras gentes, respeto a nuestros mayores, respeto a otros géneros. Respeto a lo diferente. Y podría seguir.

El maestro Azorín afirmaba que había dos cosas esenciales en el ser humano: el respeto y la colocación de los adjetivos. Sobre la colocación de los adjetivos podríamos hablar pero en la necesidad del respeto no. Creo que la humanidad va en sentido contrario cuando es necesario recordar algo tan esencial. Creo que la perdida de ese valor es causa de muchos conflictos y enfrentamientos tanto a nivel personal como de pueblos.

Hay una frase que me gusta repetir y es:  que esto no pueda funcionar porque todo el mundo piensa en lo suyo menos yo que pienso en lo mismo. Es el globo del individualismo – o quizás el egoísmo- que crece día a día. Admitamos el tópico: el individualismo es mas abundante en la gente de los países mediterráneos. Pero pensar en uno mismo es bueno si no se atacan los derechos de los demás  que se reflejan en las normas que nos hemos dados.

Está bien querer cambiarlas pero a través de los órganos respectivos y no atropellando a los  otros.

Los patineteros deben pensar en el riesgo que corren ellos y en el peligro a la integridad de los demás antes de creerse los dueños de las vías públicas. Y tampoco estaría mal que la autoridad competente estableciesen unas normas claras para ellos y que las hiciesen cumplir.

Rafael García Conde, Jubilado