Ana María Mata -Vox Pópuli- Desde Lejos

De vez en cuando resulta conveniente abandonar el útero materno, la zona territorial donde se vive el día a día para ir en busca de lugares nuevos donde la experiencia sea distinta y la perspectiva más activa y sin condicionantes.

Viajamos la familia  en julio desde hace tiempo hasta el norte de España, a un pequeño lugar medio cántabro y asturiano, cuyo nombre invita al goce, o mejor dicho a una suave carcajada: Pechón es una antigua aldea instalada a medio camino entre la montaña y unos bellos acantilados que el mar Cantábrico lubrica sin cesar. Allí, rodeados  de vacas, libros, vegetación y chaparrones inesperados, convivimos en paz con el paisaje y de momento, con el paisanaje.

Lo que era un diamante en bruto cuando pisamos su tierra, está siendo hollada hoy también por el turismo depredador que no entiende más norma que el euro y sus aliados monetarios. El mundo global no admite exclusividades y quizás eso sea beneficioso para que exista una mayor igualdad en el placer. Pero los viejos conquistadores miramos con desdén a los que llegan cuando ya antes otros les habíamos abierto el camino.

Sea como sea, en este lugar de árboles gigantes y verde exquisito, recoleto a pesar de los nuevos, medio perdido en el mapa, la gente se encuentra y te fuerza al diálogo. Gente de Valladolid, de León, de Holanda, de Zamora o de Guadalajara. Y en el momento más inesperado se produce, como ha sido mi caso, la sorpresa.

De repente, oigo surgir el nombre de Marbella en labios de una desconocida que se dirige a mi y me pregunta con sonrisa de sabelotodo: “¿Cómo vais por allí? ¿Qué tal os va de nuevo con La Rubia?…para continuar “Y el Hospital, alguna vez vais a hacer la ampliación o se quedará como estaba, sin casi aparcamientos? Y las playas, a ver si conseguís alguna con arenas decentes, porque cuando fuí eran desastrosas…

Tras un minuto de turbación por la retahíla de preguntas, comprendí de golpe que Marbella se transforma en tema apasionante en cuanto alguien de fuera de nuestros lares da con un nativo o similar a quien imprecar  sin resuello. Comprendí que en aquel lugar perdido del norte, todo perdía su configuración real y nuestra ciudad se transformaba en un mito al que era posible bajarle los humos con unas cuantas preguntas precisas.

Pero más tarde me dije a mi misma que no debía pecar de chauvinista. En el fondo, tenían razón o al menos, sus razones.

Marbella aparece para el visitante como un Edén al sur en el que todo debe resultar de acuerdo con la idea que del Edén tenga cada uno de los que llegan. La ciudad afamada, protagonista del papel couché en tantas ocasiones, la capitana del turismo andaluz, la villa cosmopolita donde todo es posible, no debe, no puede tener defectos, ni fallos, ni siquiera una pequeña dejación municipal.

Para eso somos lo que somos y presumimos de ello fuera de nuestras fronteras. O al menos así debería ser, me digo, con el oído todavía puesto en las preguntas de la señora indiscreta. No se nos permite –no lo entiende el que viene a quedarse embobado- que un Hospital Comarcal lleve años con unas obras paradas y sin confirmación de realizarlas. No entiende que “la Rubia” y el del PSOE no hayan hecho nada en todos estos años, y mucho menos que las playas donde quisieron bañarse, después de pagar un alto alquiler por el apartamento, tuviesen más pedruscos que arena.

Lo siento, pero debo comprenderlos. A Pechón, aquella aldea perdida entre vacas no le pedimos nada porque lo único que podía darnos lo hacía con creces: tranquilidad, vegetación y leche fresca ordeñada a diario .Pero el que arriba a Marbella viene buscando lo que había imaginado: una ciudad preparada y donde todo funcione.

Ana María Mata
Historiadora y Novelista

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