La certeza es una convicción necesaria para creer firmemente en algo. La duda es ignominiosa para el conocimiento. El hombre necesita verdades, si no absolutas, si al menos lo suficientemente claras para que su mente las perciba y las acepte.
El ciudadano español lleva largo tiempo envuelto en sombras; la política de su país le conduce a un inquietante estado de ansiedad. A partir de la formación de un gobierno social-comunista, el más progresista –dan en decir sus componentes-de la historia reciente, todo cuanto ocurre en el país está impregnado de sombras: Contradicciones continuadas por parte de un presidente al que su socio y compañero de fatigas parece haberle absorbido el seso. Mentiras irrefutables lanzadas ante unos espectadores que no han salido todavía de su estupor, cuando ya les llega la siguiente. Normas dada para su cumplimiento en formas equívocas, repetidas a veces de manera distinta.
Errores garrafales en torno al tratamiento de la pandemia de corona virus. Estudio del mismo por ineptos cuyos nombres no han sido capaces de mostrarnos. La intranquilidad se palpa en el hemiciclo del Congreso, parecido éste cada vez más a un vulgar corral de vecinos o una jaula de grillos.
Los diputados se asemejan a soldados esperando la hora de atacar. La lucha comenzará ante una frase que al oponente le parece injuriosa o no cierta y entonces, la batalla brota rauda transformando el Congreso en una especie de circo romano. Todos pelean a partir de ese momento en singular frente dialéctico cuyo final a nada conduce que favorezca la vida de la ciudadanía.
Ante este estado de cosas, el país se torna convulso y la irritación corre degradando la vida cotidiana, cualquiera que sea el punto geográfico del mapa.
Las dos figuras representativas del binomio campean con un perfil de orgullo ( tal vez el escondite de su inseguridad) los demasiados problemas que gobernar supone, cada uno con actitud distinta, de acorde a su más íntimo pensamiento. O mejor, a sus más verdaderos intereses. Para el primero, seguir conservando el poder, que solo la alianza con el segundo le llevó a ostentar. Para el segundo la siembra continua de un ideario supremo de izquierdas a la espera ilusionada de que llegue el día donde pase a tomar en solitario las riendas.
El resultado hoy es una amargura colectiva que conduce al ciudadano de a pié a una solución extraña de aislamiento.
La hiel acumulada destila por corrillos y reuniones produciendo vomitivas consignas de frustración. Nadie se atreve a colocar el cascabel al gato, pero lo cierto es que cualquier osado que lo intentase es muy posible que se encontrara con un tremendo aplauso.
Los problemas reales se acumulan sobre nuestras cabezas como un “smog” gigante que nos fuese ahogando poco a poco. Los intereses partidistas no dejan tiempo ni espacio a su resolución ya que al exponer cualquiera de ellos, surgen voces contrarias a la resolución tomada.
Me vienen a la mente la última actualidad en las figuras de inmigrantes que han sido enviados secretamente a diversas provincias andaluzas en sendos aviones piratas. Dias después de proclamar el Ministerio del Interior que de ningún modo haría una cosa así.
No se como acabará este revoltijo de necedades, mentiras y contradicciones por parte de un gobierno que no ha hecho mérito alguno para seguir conduciendo al país.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
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