NOS QUEDA NADAL
Permítanme que en el ajetreo semanal de artículos introduzca a una persona ajena totalmente a ellos y sobre la que nunca pensé en escribir. Un hombre que hace unos días puso en pié a toda España proporcionándonos unos instantes de alegría de los que tan escasos y necesitados estamos. Un hombre joven, voluntarioso, fuerte como un león y disciplinado tanto cuando gana como cuando le toca perder.
Rafa Nadal es ya una leyenda del tenis, un icono para aficionados y jugadores de tan duro deporte que no comprenden como se puede ganar la decimotercera Copa Roland Garros con el mismo gesto de humildad con que lo hizo cuando solo tenía la temprana edad de diecinueve años.
Ha cogido a sus paisanos españoles en un momento de bajón anímico. El país no parece poder levantarse de la caída en la pandemia más atroz que hubiéramos podido conocer.
Por donde quiera que se mire rostros apesadumbrados de seres que ya cohabitan casi con el virus, miran atónitos hacia el cielo por ver si de allí pudiese venir algún remedio.
Hacia donde no quieren mirar es a un Gobierno y a unos políticos tan altaneros como inútiles que se muestran completamente fuera de lugar en sus actuaciones, pendientes solo de votos electorales hasta en los más trágico momentos. Que parecen coleccionar cadáveres para pasarlo de unos a otros cual intercambio de morbosa mercancía.
Cada una de las actuaciones realizadas en torno al Corona virus ha sido un drama para el ciudadano medio que ve contradecir continuamente los mandatos y normas dictadas por el político en cuestión mediante otras normas y ordenes distintas dictadas en menos de unos días por un nuevo colega colocado en los medios como pararrayos ocasional.
No se habían visto disparates tan horrendos en tan escaso periodo de tiempo. Un totum revolutum que conduce a la gente normal a cuestionarse si vive como parece en una especie de manicomio inducidos por políticos que no tienen ni idea de cómo gestionar
el problema.
En este estado de desmoralización general, agravado por resoluciones políticas tan desafortunadas que nos hacen aparecer en el exterior como de segunda categoría, la imagen de un joven atleta portando una preciosa copa y emocionado mientras sonaba el Himno Nacional español, ha sido una ráfaga de aire puro, una bocanada de frescor dentro de una atmósfera asfixiante.
La realidad es que el ambiente que respiramos tiene visos de convertirse en un volcán en cuanto haya alguien que prenda la mecha. Absolutamente desinformados, los ciudadanos de a pie caminamos como auténticos zombis un día sí y otro no, mientras esperamos con abulia que quienes dijeron ser servidores del pueblo nos indiquen que debemos hacer.
En estas condiciones nos llega la imagen de uno de los nuestros inmerso en una victoria personal que le hace ser el número uno del mundo, alejado de sus medianos y vulgares congéneres, pero disfrutando con ellos de una gloria bien merecida, compartiendo su victoria con el país pobre y adormecido, sin querer alejarse de la mediocridad que los rodea para ser un español más, como lo fue en las inundaciones de Mallorca, como lo es siempre que levanta el pabellón a lo más alto.
Gracias Nadal por ser quien eres y sobre todo, como eres. Los españoles te necesitamos. Porque en el corazón de este país turbulento hoy, y empobrecido anímicamente, por fortuna podemos decir que siempre nos quedarás tu en la retaguardia.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
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