Los temporales pueden ser súbitos e intensos en las costas de Marbella. Lo saben bien los pescadores, patrones y marineros de Marbella. Las tormentas han sido responsables de diversos naufragios documentados en nuestras playas. Como el del navío holandés Goede Hoop junto a la desembocadura del río Guadalpín un frío mes de marzo de 1823. O el del navío de línea Fernando de 68 cañones que se hundió frente a las costas de San Pedro el 17 de octubre de 1760.

Este periódico ha seguido la pista a otro barco que se hundió en la costa marbellí, en la zona oriental del municipio, debido a una tormenta el 23 de noviembre de 1887. Era el “Galigniano”, un navío italiano, tipo bricbarca, cuya desconocida historia se cuenta en este reportaje.

DE NÁPOLES A BUENOS AIRES PASANDO POR MARSELLA

“23 de noviembre de 1887. Ayudante de marina a Ministerio de Marina. En la mañana de hoy embarrancó un bricbarca ignorándose nacionalidad. Salgo a prestar auxilio”, este telegrama de 33 palabras es la primera prueba del accidente que condenó al navío Galigniano a permanecer para siempre sumergido en las aguas marbellíes. El Periódico de Marbella ha tenido acceso a diversos documentos guardados en el Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán en Viso del Marqués que aportan información sobre el hundimiento de esta bricbarca italiana.

Parte de la estructura del Galigniano.

Al día siguiente del naufragio otro telegrama fue enviado a la Comandancia de Marina de Cádiz: “Por consecuencia fuerte temporal ayer embarrancó en playa distrito Marbella bergantín barco Galigniano salvándose tripulación”.

El Archivo de la Marina contiene también un informe en el que se explica, a fecha 28 de noviembre (cinco días después del naufragio), que el Galigniano era una bricbarca de 602 toneladas, más de 30 metros de eslora y 6 metros de manga con matrícula de Nápoles y su capitán se llamaba Sanrrese. Venía de Marsella con un cargamento de baldosas y cemento romano. Su destino era Buenos Aires y llevaba una tripulación de 14 miembros, todos los cuales se salvaron.

El informe del Archivo de la Marina explica que el vicecónsul de Italia estaba en Marbella para organizar la recuperación del cargamento. El autor del documento aclara que, “dicho buque se haya varado y completamente lleno de agua habiendo pocas esperanzas de que pueda sacarse a flote”.

EL CAS ESTUDIARÁ EL GALIGNIANO

El Centro de Arqueología Subacuática (CAS), organismo dependiente de la Junta de Andalucía, tiene en el punto de mira el estudio del Galigniano. Un equipo de arqueólogos submarinos, profesores universitarios y científicos estuvieron en el municipio del 17 al 28 de septiembre estudiando el Fernando, un espectacular navío de línea hundido en la playa de San Pedro desde 1760.

Dos baldosas y un azulejo encontrado en el pecio italiano.

En esos días de estancia en Marbella, la directora del CAS, Milagros Alzaga, aseguró a este periódico que, cuando volvieran en 2024 a iniciar una segunda campaña de estudio sobre el Fernando, dedicarían parte del equipo y de los recursos a analizar la situación y el estado en que se encuentra el Galignano. La bricbarca italiana nunca ha sido estudiada por los expertos y será la primera vez que los arqueólogos del CAS hagan esa toma de contacto.

EL LUCRATIVO NEGOCIO DE LAS BALDOSAS FRANCESAS CON DESTINO BUENOS AIRES

¿Qué hacía un navío del siglo XIX llevando un cargamento de baldosas y cal de Marsella a Buenos Aires? La respuesta es sencilla: participaba de un negocio muy lucrativo. En Buenos Aires, en Argentina, Colombia, Méjico y otros países sudamericanos, se generó una demanda creciente de baldosas para los suelos de casas, iglesias, villas, etc. Esa demanda se saciaba en las fábricas de baldosas que tenía su polo industrial en Marsella. El Galigniano era el transporte necesario para llevar las baldosas, en este caso de la empresa Roux Martin, hasta Buenos Aires.

Hileras de baldosas del pecio italiano.
Baldosas amontonadas del Galigniano.
Baldosa con el característico corazón de la prestigiosa fábrica Roux&Martin hallado en el pecio hundido en Marbella.
Fábrica de baldosas en Marsella, de donde salían millones de baldosas con destino a Argentina y Sudamérica.

Para entender la dimensión del negocio basta señalar que, sólo en el año 1880, entraron a Argentina 14 millones de baldosas. Y en el país sudamericano no se fabricó cemento hasta el siglo XX. Hacían falta muchos barcos para mantener ese flujo. Un simple dato, en el estudio del director del Centro de Arqueología Urbana en la Universidad de Buenos Aires, Daniel Schavelzon, titulado “Catálogo de baldosas cerámicas empleadas en la arquitectura de Buenos Aires”, se explica que había barcos que llegaban a Buenos Aires cargados con hasta 50.000 baldosas. Eso arroja cifras de cientos de barcos, como el Galigniano, cargados de este material que hacía el cruce del Atlántico todos los años.

Tal y como explica a este periódico Daniel Schavelzon, “el sistema era muy eficiente: los barcos venían cargados de baldosas y cal/cemento romano, porque eso a su vez era usado como lastre, luego lo vendían y cargaban trigo, cueros vacunos, lo que fuese; doble negocio ya que traían cosas baratas para vender caro aquí en Argentina y a la vuelta a Europa era lo mismo”.

Hileras de tajas sobresalen en el fondo marino donde se hundió el Galigniano.

¿Porqué no se hicieron las propias baldosas en Argentina? “Aquí en Argentina sí se hicieron baldosas para pisos y azoteas, pero la calidad no era igual: eran burdas, se desgranaban, en Buenos Aires y alrededores no hay material cerámico para fabricarlas; nadie importó la maquinaria necesaria, etc. “, explica Schavelzon.

El académico argentino asegura que las baldosas no eran ni mucho menos un artículo de lujo sólo apto para los suelos de los ricos: apenas eran un poco más caras que las de fabricación nacional. “No supimos desarrollar nuestra propia industria de calidad. Era más simple traer baldosas buenas y venderlas, y no tomarse el trabajo de fabricarlas; lo mismo con tantas otras cosas: como el cemento y hasta los ladrillos los traíamos desde el Reino Unido”.

Barril de cal, cemento romano, que ha perdido hace ya tiempo la madera que lo envolvía.

El Galigniano fue parte de ese creciente comercio que convirtió a Argentina en uno de los países más ricos del mundo a finales del siglo XIX. Ahora yace hundido a unos 5 metros de profundidad y a 200 metros de la costa cargado con miles de baldosas y barriles de cal que nunca pudo entregar.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies