Todavía hay en Marbella mayores que recuerdan cómo se llenó hasta los topes la Iglesia de la Encarnación con motivo del funeral del piloto militar Adolfo Lima de Zea en la primavera de 1957. El trágico accidente en el que falleció este marbellí tan conocido en el pueblo, no en vano fue uno de los primeros de Marbella en pilotar un avión, ocurrió en los meses previos al estallido de la olvidada Guerra de Ifni y conforma el punto central de este segundo reportaje dedicado a este conflicto poco conocido de nuestro pasado reciente.

Adolfo Lima de Zea era hijo y nieto de dos de los médicos más reconocidos de Marbella: su abuelo Félix de Zea y su padre Adolfo Lima Chacón, ambos con calle dedicada en el municipio, como por desgracia él también tendría. “Desde muy pequeño mi tío Adolfo quiso ser piloto, la aviación le gustó desde que era niño”, explica su sobrino el médico Juan Luís Lima. La pasión por la aeronáutica se junto con el ansia de ser militar, en parte porque su mejor amigo, Vicente Martínez, era hijo del oficial-jefe del Campamento Benítez.

Adolfo Lima de Zea junto a sus padres Adolfo Lima Chacón, Luisa de Zea Cuevas y su hermana Pilar Lima de Zea en la toma de despacho del joven teniente en la base de San Javier.

El joven Adolfo ingresó en el Ejército del Aire Español como voluntario, siendo destinado a la base militar de La Parra en Jerez y al aeródromo militar de Tablada en Sevilla, donde obtuvo el grado de Sargento-Piloto, para ingresar seguidamente en la Academia Militar del Aire de San Javier (Murcia), donde permaneció durante cuatro años hasta que se graduó como teniente piloto militar con la Sexta Promoción del Ejército del Aire, en la especialidad de polimotores (avión con varios motores).

Adolfo Lima, a la izquierda, junto a su madre y un compañero del Ejército con la Concha al fondo. Se aprecia la joven edad que debía tener pues parece que lleva el cordón de cadete en su uniforme. A la derecha, Juan Manuel Lima Luque con el uniforme de sargento de complemento de la legión.

Posteriormente, fue destinado a la base aérea de Morón en Sevilla. “Mi padre me contaba que Adolfo aprovechaba para volar hasta Marbella y hacía pasadas por encima del pueblo para que le viera su madre”, relata su sobrino Juan Luís. De hecho, el piloto marbellí participó en una exhibición aérea del Ejército del Aire sobre Marbella el 9 de febrero de 1954, utilizando un monoplano I-16 conocido como Rata. “Era un hombre muy fiestero, le gustaba el flamenco y el baile y muchas veces iba a Ojén para pasárselo bien”, recuerda su sobrino.

Exhibición aérea en Marbella vista desde el llano de Francisco Norte.

EN SIDI IFNI

El ya teniente Adolfo Lima fue destinado a la base aérea de Gando, en la isla de Gran Canaria, desde donde partían los vuelos militares tanto al Sáhara Occidental como a Sidi Ifni. Tras la independencia de Marruecos en marzo de 1956, la situación en estas dos colonias españolas fue tensionándose debido a las ansias marroquíes de ocupar estos dos territorios. Según explica el historiador Carlos Canales en su libro Guerra Ifni-Sáhara. 1957 La última guerra española, por parte española, se decidió reforzar Sidi Ifni con un escuadrón de bombarderos Heinkel HE-111 venidos desde Gando.

Adolfo Lima era un joven militar muy querido en Marbella.

Según su sobrino Juan Luís, Adolfo Lima se presentó voluntario para acudir a Sidi Ifni cuando el mando español decidió incrementar el número de aviones de transporte Junkers JU-52 hasta alcanzar el número de 19. Este aumento de la flota aérea se debía a las necesidades de aprovisionar los diferentes puestos militares españoles dispersos por el desierto de Sidi Ifni, que estaban muy mal comunicados por tierra. También respondía al hecho de facilitar el entrenamiento de la recién desplegada II Bandera Paracaidista, que llegó a Ifni en enero de 1957 para reforzar la colonia ante la creciente amenaza de las tropas marroquíes del Ejército de Liberación.

EL ACCIDENTE

El 8 de mayo de 1957 amaneció un día radiante en Sidi Ifni. Las condiciones meteorológicas para volar eran buenas con una visibilidad de unos cinco kilómetros, nubes por encima de los 500 metros y un viento de 12 nudos. El teniente Adolfo Lima de Zea y el teniente Carlos Díaz Congregado iban a pilotar el avión Junker-52 en una misión rutinaria para transportar una patrulla de salto de la 9ª Compañía de la II Bandera de Paracaidistas hasta el puesto de Tiliuin, distante unos 60-70 kilómetros. El Ju-52, apodado por los pilotos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial como Tía Ju, era un avión duro y versátil: en la Guerra Civil Española se usó como bombardero, mientras que en la Segunda Guerra Mundial y numerosos conflictos de la postguerra fue el aeroplano de transporte básico para avituallar y transportar tropas.

Aeródromo de Sidi Ifni poco antes del inicio de la guerra.

En el avión del teniente Lima de Zea y Díaz Congregado embarcan esa mañana del 8 de mayo 13 paracaidistas al mando del teniente José Cañadas Armengol. También iban el brigada mecánico Chirino Ruiz y el cabo 1º telegrafista González Atienza como tripulación del aparato así como el comandante Agustín Fernández Escuín, de los Tiradores de Ifni, que se incorpora a última hora al vuelo para reunirse con sus soldados en Tiliuin. Diecinueve militares en total.

Dicen que el momento del despegue de un avión es el más peligroso y el 8 de mayo de 1957 ese axioma se cumplió en la árida pista de Sidi Ifni. En cuanto el JU-52 despegó se produjo un fallo en uno de los motores. El teniente Adolfo Lima intentó maniobrar para volver a aterrizar pero no pudo y el aparato se precipitó contra el suelo. El avión iba cargado de combustible y, con el añadido de las municiones de los paracaidistas, el aparato se convirtió en un infierno en llamas. “Seguramente, al virar para aterrizar de nuevo, el avión chocó contra un talud que hay en la pista de aviación de Ifni y por eso volcó y explotó”, aventura Juan Luís Lima.

Los cuatro miembros de la tripulación fallecieron casi inmediatamente, así como el desafortunado comandante Escuaín. En lo que respecta a los 14 paracaidistas, el teniente Cañadas murió, así como los cabos Cuesta, Vargas, Cobos y los caballeros legionarios paracaidistas Zúñiga, Benítez, Tabares y Gómez. Lo más trágico de este terrible accidente fue que “a mi tío no le correspondía estar ahí en ese momento. Le tocó a él porque un compañero suyo tuvo que desplazarse a la Península y él lo sustituyó”, revela su sobrino Adolfo Fenero Lima. “Eso era lo que contaba mi madre Pilar, hermana de mi tío Adolfo, y se lo contó ese compañero que vivió por tener que ir a la Península a mis abuelos cuando fue a Marbella a darles el pésame”.

LA HAZAÑA DEL CABO CANALES

El cabo paracaidista Ángel Canales resultó herido de consideración por las llamas en cuanto el JU-52 se estrelló. A pesar de que sufría terribles quemaduras en brazos y cabeza, este valiente paracaidista no dudó en introducirse en el avión, sacando de los restos ardientes a cinco compañeros heridos. Varios militares que vieron el accidente acudieron rápidamente y ayudaron a Canales a sacar a los demás supervivientes, dos de los cuales murieron posteriormente en el hospital de Sidi Ifni. Al cabo paracaidista finalmente lo trasladaron al hospital, donde los médicos dudaron que pudiera salvar la vida. Pero Canales era duro y, a pesar de tener los brazos muy quemados y la cara dañada por las llamas, resistió el dolor durante los 103 días que permaneció ingresado en Sidi Ifni.

El cabo Ángel Canales con su uniforme de salto.

No tardó en ser recompensado con una de las máximas condecoraciones que podía recibir un soldado español: la Medalla Militar Individual. En el texto donde se le reconoce esta distinción se señala: “a pesar de haber resultado con heridas graves en accidente de aviación, el cabo 1º Canales no reparó en exponer su vida para socorrer a sus compañeros y tripulantes del avión en llamas, demostrando un gran valor al reservarse la actuación más difícil, gran espíritu de sacrificio y acendrado compañerismo; por cuyos hechos se le concede la Medalla Militar Individual”. (Orden Circular de 1 de agosto de 1959. Diario Oficial del Ejército nº 170).

Paracaidistas subiendo a un Junkers-52 en Sidi Ifni.

Unos meses después de este trágico accidente, los rebeldes marroquíes del Ejército de Liberación atacaron diversos emplazamiento españoles por toda la colonia de Sidi Ifni. Un grupo puso bajo asedio el aislado enclave de Tiliuin, adonde Adolfo Lima debía haber llevado a los paracaidistas. El mando español decidió mandar a la II Bandera Paracaidista al rescate y el 29 de noviembre de 1957 decenas de caballeros legionarios paracaidistas de la 7ª Compañía realizaron el primer salto de combate de la historia del Ejército Español. Fue un asalto aerotransportado impecable. Los paracas reforzaron a los asediados de Tiliuin y mantuvieron la posición varios días hasta ser liberados por la VI Bandera de la Legión.

Funeral militar en Canarias a la tripulación del Junker-52 en el que murió Adolfo Lima.

Oficialmente el motivo del accidente fue un fallo de motor, a pesar de que alguno de los familiares de Adolfo Lima hayan barajado la hipótesis de que pudiera haber habido un sabotaje por parte de trabajadores marroquíes del aeródromo de Sidi Ifni. Los restos de Adolfo Lima fueron trasladados a las Islas Canarias, donde se le tributó un funeral militar con todo los honores, antes de ser repatriado a Marbella.

Según explica su sobrino Adolfo Fenero Lima, “para mis abuelos fue un golpe terrible, se les murió un  hijo con 27 años, una persona muy abierta que se relacionaba con todos, animoso y en la flor de la vida”. La Iglesia de la Encarnación se llenó hasta los topes para despedir a este marbellí risueño y voluntarioso y para dar consuelo a sus padres, el doctor Adolfo Lima Chacón y su madre Luisa de Zea Cuevas.

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