Muy poco se sabe sobre la misión que llevó a los navíos Terrible, Astuto y Fernando de Cádiz a Cartagena en el otoño de 1760. Seguramente estaría relacionada con la lucha contra la piratería argelina. En la web de historia naval Todoababor.es se consigna que el Astuto llegó en el mes de agosto de 1760 a la bahía de Cádiz y, antes de que acabara el año, fue destinado a la escuadra de Cartagena para la lucha contra el corso argelino junto a otros navíos.

De hecho, el propio capitán de El Fernando, Jerónimo de Argumedo, explica en una de sus cartas conservadas en el Archivo General de Simancas que, pocos días después del naufragio, tuvo que trabajar en la “formación de una batería de siete cañones de a 6 que he formado para precaverme de los insultos de los argelinos y defender el casco del incendio que los dichos puedan comunicarle”.

El caso es que la escuadra de tres navíos de guerra partió el día 13 de octubre de 1760 de Cádiz con destino Cartagena. Dos días después, el 15, una tormenta dispersa a los tres barcos. El Terrible acaba dañado en Almería y el Astuto consigue llegar al puerto de Málaga desarbolado y con las costuras medio abiertas.

La peor parte se la llevó El Fernando: perdió varios mástiles y acabó al amanecer del 17 de octubre embarrancando frente a la costa sampedreña. El capitán Jerónimo de Argumedo explica en una carta fechada el 20 de octubre que, tras echar sin éxito dos anclas para fijar al navío para que no se fuera contra la costa, “ a las 4 del día 17 dio una cabezada el navío que rompió la caña del timón y se perdió este”. Al poco, “vinimos a dar en un banco que sin embargo de ser arena a los 6 minutos tenía desecha la popa del navío”.

En medio del vendaval, y debido a que parte de la obra muerta del navío sobresalía por encima del agua, se pudo salvar a la mayoría de la tripulación utilizando un bote. No obstante, fallecieron 19 tripulantes, entre ellos el teniente de fragata Pedro Julián de Borda, que murió ahogado en el naufragio al arrojarse al agua junto a otros marineros agarrados al palo del trinquete de El Fernando. También falleció el piloto Bartolomé García. Según explica en la carta con la que el capitán Jerónimo de Argumedo relata los momentos iniciales del naufragio, “cuando las anclas del navío tocaron fondo, se perdió el timón y al embarrancar se deshizo la popa en seis minutos con los golpes de mar. En ese momento faltó la subordinación en la gente y se arrojaron al agua, pereciendo hasta 19 de ellos”.

De inmediato se activó un dispositivo de rescate de los supervivientes y para la recuperación de los enseres, cañones y demás bastimentos del navío naufragado. Desde Algeciras acudió el oficial segundo Antonio Maldonado para recuperar todos los efectos, mercancías y piezas de artillería que transportaba el navío y de Marbella se desplazó el subdelegado Juan Martínez Cordero y Chinchilla para atender a los supervivientes y ayudar en la recuperación de los enseres del barco.

Parte de la estructura de El Fernando bajo las aguas sampedreñas.

En la zona del hundimiento de El Fernando se quedaron el capitán de fragata Jerónimo de Argumedo, varios oficiales, dos sargentos con veinte soldados y sesenta hombres de la mar para llevar a cabo las diligencias del rescate de los efectos y su custodia en esta zona de la costa donde no había población cercana. Para ello montaron un pequeño campamento con maderas y toldos recuperados del naufragio, “a tiro de fusil del navío”, según se recoge en una carta encontrada en el archivo de Simancas y fechada el 24 de octubre de 1760, apenas una semana después del naufragio. Es curioso el hecho de que Argumedo reconoce en esa carta que del campamento “han desertado el soldado Juan Ruiz, el marinero Francisco Baptista Mendoza y el sangrador Juan Palacios; en el hospital hay nueve enfermos, pero ninguno de cuidado”. El resto de la tripulación se dirigió a Málaga donde el navío Astuto o el Asia los trasladaría a Cartagena.

Desde Cádiz acudió un equipo de once buzos que participó en la recuperación del material hundido hasta su vuelta a Cádiz en diciembre de 1760 debido al mal tiempo y esperándose a que en primavera de 1761 se pudieran retomar los trabajos.

CAÑONES Y OBJETOS RECUPERADOS

Los cañones eran los primeros elementos de un navío que se recuperaban cuando se producía un naufragio. El Fernando montaba 68 piezas de artillería de 6, 12 y 18 pulgadas. De las listas de recuperación del navío conservadas en el Archivo General de Simancas se constata el rescate de 33 cañones y 27 cureñas: menos de la mitad de los que portaba. ¿Qué pasó con el resto de los cañones? Tras consultar a varios buzos y expertos en nuestro patrimonio subacuático la respuesta es simple: fueron expoliados durante décadas. De hecho, uno de los buzos consultados por este periódico asegura que uno de los cañones más pequeños se expone en la entrada del edificio de Comandancia de Marina de Marbella.

Cañón supuestamente recuperado del pecio sampedreño y expuesto desde hace años en la Comandancia de Marina de Marbella.

Respecto al resto de enseres que se recuperaron destaca uno por encima de los demás: un cargamento de maderas de construcción. En una carta fechada el 29 de noviembre de 1760, el subdelegado de Marbella Juan Martínez Cordero y Chinchilla explica que “estará a la mira de si algún particular inclina a la compra del casco naufragado, dejando al Rey, la jarcia, artillería y maderas de construcción”.

Diversos documentos provenientes del Archivo de Simancas ahondan en todo el material recuperado del barco. Por mencionar algunos destacaría el numeroso material náutico como velas, palos y cuerdas de todo tipo. Mil cien kilos de hierro (11 arrobas). De vestuario 81 casacas, 200 chupas, 133 pares de calzones. A este respecto, el subdelegado Juan Martínez Cordero y Chinchilla explicaba en carta del 11 de mayo de 1761 que “este vestuario que e sacado ban ahora unas mugeres a labarlos en agua dulce bien, para que se aproveche lo que pueda”.

Botones, habillas y balas de plomo originarias de El Fernando.

También se rescataron decenas de coys (las hamacas de tela en las que dormía la tripulación), sacos de metrallas, cureñas de cañones, pernos, cáncamos, el fogón de hierro de la cocina, planchas de plomo, argollas, balas de cañón y mosquete, poleas e, incluso, “un espadín de plata que habiéndose reconocido se creyó con correspondiente al sargento Diego Sevilla que se ahogó y depositó en poder del teniente Miguel de Cabrera”.

Candil recuperado de El Fernando y guardado en la Provisión de Fondos Arqueológicos.

En diciembre, dos meses después del naufragio, el mal tiempo obligó a parar las tareas de recuperación, ya que “de todo un mes apenas se pueden lograr tres o quattro días útiles para los trabajos” debido a los temporales. Por tanto se decidió trasladar todo lo recuperado a Marbella, quedando a cargo del subdelegado Juan Martínez Cordero y Chinchilla con un sargento, un cabo y seis soldados de custodia.

EL CAPITÁN ARGUMEDO SE LIBRA DEL CONSEJO DE GUERRA

Resulta llamativo que el capitán de fragata Jerónimo de Argumedo no fuera sometido a Consejo de Guerra por haber perdido su navío. En aquel entonces el Artículo 7 del Título 5º de las Ordenanzas de la Armada estipulaban “que el que hubiera perdido el navío a su mando a manos del enemigo o por naufragio o por cualquier accidente deberá ser puesto indispensablemente a disposición de un Consejo de Guerra para justificar en él su conducta”.

¿Porqué no se sometió a Argumedo a Consejo de Guerra? Los escritos consultados en el Archivo de la Armada son muy claros: el capitán de fragata hizo todo lo que estuvo en su mano para salvar el navío y, cuando esto no fue posible, para rescatar a la tripulación y los enseres del navío y, por tanto, no hizo falta que se le hiciera Consejo de Guerra. Es lo que se desprende de una carta firmada por el Capitán General Marqués de la Victoria el 18 de noviembre, un mes después del naufragio: “satisfecho el Rey de la observada por el capitán de fragata don Gerónimo Argomedo comandante que ha sido del navío el Fernando, el qual, haciendo viaje de Cádiz a Cartagena, ha naufragado en las inmediaciones de Marvella, después de haver padecido desarbolo y otras incomodidades por el extraordinario temporal que últimamente se ha experimentado en la mar: se ha servido relevar á este oficial del expresado Consejo de Guerra; y me manda le avise a Vuestra Excelencia como lo executo para su noticia, y a fin de que disponga su cumplimiento”.

Cabecera del expediente del hundimiento del Fernando.

En el Archivo General de Simancas se conservan cartas que relatan la recuperación de material de El Fernando hasta mediados de mayo de 1761. Después de esa fecha no vuelve a mencionarse el navío hundido en las costas de nuestro municipio, cayendo en el olvido. Hasta ahora.

El Periódico de Marbella ha apostado por ponerle rostro e historia al navío hundido frente al litoral sampedreño. Si el pecio de San Pedro es El Fernando o no, es un asunto que deben confirmarlo los que de verdad saben: los arqueólogos del Centro de Arqueología Subacuática de Cádiz (CAS). Hasta el año que viene no se sumergirán y lo estudiarán. Será una corta espera después de un olvido de 262 años.

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