En las cercanías de la basílica paleocristiana de San Pedro y las termas romanas de Guadalmina se encontraron hace cien años restos asociados a la elaboración del garum, la salsa de pescado famosa en todo el Imperio Romano y que tenía al atún rojo como uno de sus elementos principales. Por tanto, igual que hacían en aguas gaditanas, es más que probable que hace dos mil años los romanos utilizaran en la Costa del Sol las almadrabas para pescar el apreciado atún rojo que siempre ha entrado al mar Mediterráneo buscando desovar en nuestras cálidas aguas. Además, debía hacerse con la técnica de pesca de la almadraba, ya que el atún es un pescado muy vigoroso que sólo puede capturarse con red porque no frena ni para comer ni se detiene ante los cebos.

Hace 65 años, en 1956, de nuevo junto a los restos de nuestro pasado romano, siete emprendedores hermanos de dos familias de pescadores, los Lima de Marbella y los Crespo de Barbate, montaron una almadraba en las aguas de San Pedro para capturar la mayor joya pesquera del Mediterráneo: los atunes rojos.

ALMADRABERA MEDITERRÁNEA S.A.

Los tres hermanos Lima (Pepe, Paco y Manuel) llevaban muchos años dedicados al negocio de la mar en Marbella. Gracias a una mentalidad muy emprendedora, se dieron cuenta del negocio de vender el pescado que capturaban en los pueblos del interior. Empezaron haciéndolo a lomos de burros y mulos. Posteriormente compraron camiones para llevar los productos del mar hasta Madrid, aprovechando los viajes de vuelta para traer mercancías que no se encontraban por aquel entonces en Marbella. Según relata Juan, hijo de Paco Lima, “mi padre me contaba que en 1926 se fue a Málaga, se presentó ante Augusto Taillefer, el agente de la Casa Ford, y le compró un Ford T por 375 pesetas al contado. Luego le pidió a Taillefer si podía explicarle cómo funcionaba el camión para poder conducirlo hasta Marbella”. Los Lima llegaron a tener hasta 10 camiones dedicados a este negocio.

De izq. a derecha: Paco Lima, su mujer María Castillo, Manuela Guillén mujer de Pepe Lima, que está a la derecha.

Los hermanos Lima quisieron ir un paso más allá y se asociaron con los cuatro hermanos Crespo (Francisco, Braulio, Juan e Inés) de Barbate, que contaban con una amplia experiencia trabajando en las almadrabas gaditanas y africanas. Acordaron crear una sociedad que pusiera en marcha este tipo milenario de arte de pesca y el 10 de agosto de 1956 el proyecto se concretó en la Sociedad Mercantil Almadrabera Mediterránea S.A. Tal y como se reconoce en la constitución de la escritura, firmada ante el notario Luís Oliver, los hermanos Paco, Pepe y Manuel Lima González asumieron el 45% de las acciones de la sociedad, aportando la licencia de almadraba: una concesión administrativa “de usufructo de un pesquero de Almadraba denominado “Torre Bóveda” sito en aguas del Distrito Marítimo de Marbella cuya situación se ubica entre la torre del Duque y la Torre de la Bóveda”. Este usufructo fue adjudicado en subasta pública por el término de 20 años improrrogables a contar desde el 1 de enero de 1955 y con un precio de 60.000 pesetas anuales.

Cargando cajas de pescado recogido en la almadraba en uno de los camiones de los Lima. Al fondo los eucaliptos sampedreños.

Los hermanos Lima aportaron además una serie de edificaciones y terrenos en la zona de la Alcoholera y la playa de El Ingenio valoradas en más de 215.000 pesetas de la época, además de cierta cantidad de cables, bicheros con gancho, anclas, argollas y otros materiales necesarios para la almadraba.

El barbateño José Corrales ( en el centro) y a la derecha el capitán de la almadraba sampedreña Claudio Columer. Detrás se ve el perfil de la Concha.

Por su parte, los Crespo aportaron el grueso del material necesario para montar la almadraba, consistente en cadenas, anclas, argollas, calderos-cocederos, bicheros, tajaderas de acero, ganchos para izar atunes, sacos de lona, piolas de cáñamo, alambre de acero, clavos de hierro galvanizados, cordelería, redes, corchos, anillas de acero, barriles, remos, etc. Todo ello valorado en el 55% de las acciones de la sociedad, que contaba con un capital social de 3 millones de las antiguas pesetas.

Barcaza llena de material almadrabero.

De este modo, los hermanos Lima pusieron el terreno donde almacenar los materiales necesarios, el permiso de la almadraba y parte de las anclas, redes y utensilios necesarios. Por su parte, los hermanos Crespo aportaron el grueso del material y el conocimiento para poner en funcionamiento, por primera vez desde la época romana, una almadraba en la Costa del Sol.

ATUNES DE 300 KILOS

La de San Pedro era una almadraba de buche, que consistía en una línea de red de 1.800 metros de largo que se proyectaba en un ángulo de 30 grados hacia el mar, llegando a cubrir la malla hasta 30 metros de profundidad. Esta línea, llamada rabera de tierra, servía para conducir el cardumen de atunes hasta el cuadro, una estructura de red en forma de jaula donde quedaban los peces atrapados. Cuando Claudio Columer, el capitán de la almadraba, lo consideraba oportuno, se procedía a la levantá, que se hacía desde el barco principal de la almadraba, llamado Testa, responsable del izado y transporte de las presas hasta la playa. La Testa estaba asistida por varias embarcaciones de menor tamaño que rodeaban los flancos del cuadro. Una vez en la arena, se transportaba el pescado capturado en un camión Leyland hasta Marbella.

Ejemplo de almadraba de buche.

De este modo, se precisaban decenas de anclas para que las redes formaran paredes impenetrables que condujeran a los peces hasta el cuadro-trampa. También había que mantener en buen estado cientos y cientos de metros de redes, así como los corchos y barriles que sostenían a flote la parte alta de las mallas. Por tanto, la almadraba de San Pedro, “llegó a dar trabajo a más de 300 personas, porque exigía un gran trabajo de mantenimiento. Los atunes y el pescado capturado, que podía pesar 40 o 60 toneladas por levantá, luego había que transportarlo en camiones a Marbella”, explica Juan, el hijo de Paco Lima.

La almadraba durante el proceso de la Levantá

Juan recuerda perfectamente cómo, durante el poco tiempo que estuvo en funcionamiento, la almadraba capturó “atunes de 300 kilos, además de bonito, melva, peces espada, etc. Recuerdo una vez que me bañé dentro del cuadro y tuve que salir rápidamente porque se había metido un tiburón de 7 metros”. Juan Lima recuerda que cuando se hizo la levantá y se trasladó lo capturado a la costa, el tiburón, “que pesaba más de 600 kilos”, apenas entraba en la caja del camión Leyland que lo llevó a Marbella.

El joven Pepe, hijo de Pepe Lima, observa como un marinero coge peces hasta con la boca.

Su prima Luisa, hija de Pepe Lima, también recuerda un atún especialmente grande “que congregó a mucha gente que nunca había visto uno tan grande”. A pesar de todo, Luisa señala que su tío Manuel Lima aseguraba que la almadraba no conseguía capturar los suficientes atunes como para compensar tanto gasto y despliegue de medios materiales y humanos. Una opinión compartida por Braulio Crespo, nieto de uno de los propietarios de Barbate, “el problema principal eran las algas, que por las corrientes se acumulaban en la almadraba y eso ahuyentaba a los atunes. Al final no se cumplieron las expectativas que se tenían en cuanto al número de capturas de atún rojo”.

Trabajando en el proceso de la Levantá.
Marineros de Poniente observando el resultado de la Levantá.

El barbateño José Corrales, marido de Leonor Crespo, es a sus 95 años la única persona viva de la generación de los hermanos Crespo que gestionó la Almadrabera Mediterránea S.A. y sus recuerdos no son buenos. “Pasé dos años viviendo en Marbella y sobre la estancia allí no tengo quejas, al contrario. Sin embargo, lo pasé muy mal porque hubo muy poco pescado y tuvimos muchos problemas con la gente de Poniente (los marineros venidos desde Huelva, Lepe o Isla Cristina para trabajar en la almadraba de San Pedro) que empezaron a irse porque no había la faena que teníamos prevista. Fue casi un motín porque de la noche a la mañana se fueron”, explica Corrales.

EL TEMPORAL DEL 58

En todo caso, ya fuera por las algas, por el lugar donde se ubicó la almadraba o por el abandono de los onubenses, todo cambió de manera dramática la fatídica noche del 21 al 22 de diciembre de 1958, cuando una profunda borrasca recorrió el Golfo de Cádiz con grandes rachas de vientos y un poderoso oleaje que provocó muchos daños en las provincias de Cádiz y Málaga. Tal y como recogía el Diario de Cádiz de esas fechas “en Medina Sidonia se derrumbaron 71 casas, en Barbate 15.000 árboles fueron derribados en todo el término municipal, en La Línea también se derrumbaron casas y se interrumpió el suministro eléctrico. El tren que unía San Fernando con Cádiz no pudo funcionar por estar la vía interceptada por posters y cables derribados por el fuerte viento, en Cádiz capital no se pudo seguir radiofónicamente el sorteo de la lotería de Navidad porque también se fue la luz”. En Málaga capital las intensas rachas de viento y el oleaje provocaron graves desperfectos en el puerto.

Gente de la mar en la almadraba de San Pedro.

Para la almadraba de San Pedro fue un desastre. El temporal arrasó toda la estructura, rompiendo las redes y hundiendo las barcas y la testa. Siniestro total. Juan Lima recuerda que cuando su padre Paco y sus tíos Manuel y Pepe Lima se enteraron del desastre, “todos se lamentaban mucho de la ruina que había provocado la borrasca, las mujeres lloraban y durante un rato estuvieron así hasta que mi madre María puso punto final a las penas llevando a toda la familia a comer al hotel Salduba”.

El temporal puso punto final al sueño almadrabero de los hermanos Lima y Crespo. Los marbellíes tuvieron que vender un buen terreno que tenían en Guadalmina por 400.000 pesetas, todo un dineral para la época, con el que liquidar su parte de la sociedad, mientras los Crespo hacían otro tanto. Los barbateños siguieron dedicados a las almadrabas gaditanas y han llegado a convertirse en todo un referente en el mundo almadrabero. Sus descendientes presiden actualmente la gestión de la Organización de Productores Pesqueros de Almadrabas, que agrupa a las empresas almadraberas de Zahara de los Atunes, Conil y Tarifa.

Hasta hace poco había algunas anclas de notable tamaño en la zona de la playa de El Ingenio. Fueron los últimos testigos mudos de un proyecto con el que tres hermanos marbellíes pretendían integrar al municipio en el creciente mercado del atún rojo de la mano de los mejores expertos en almadrabas de España, y en una época en la que los japoneses aún no habían convertido la pesca del atún rojo en un negocio tan rentable como es hoy en día. Pero, como hemos visto, diversos problemas y un temporal, “la Tormenta del Siglo” la llamó el Diario de Cádiz, se interpuso por medio cuando apenas llevaba funcionando la almadraba sampedreña dos años.

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