En general en este municipio vivimos a espaldas de la enorme riqueza natural e histórica que atesoran nuestros ríos. Un claro ejemplo es la cuenca del Río Real, que desde la frontera norte con el término municipal de Ojén hasta su desembocadura en el interior de un campo de golf, ha atesorado hallazgos históricos increíbles que, o bien han sido directamente destruidos, o se deterioran sin remedio. Es la Maldición del Río Real.

Hablamos de la antigua factoría fenicia ubicada en la desembocadura de este cauce. Destruida casi completamente cuando en los años 90 se construyó la urbanización ubicada junto a la torre vigía. También hablamos de los dos ruinosos molinos harineros milenarios que lindan casi con Ojén. Y hablamos también del, en su época, magnífico castillo de Cerro Torrón, en una colina junto al Río Real y tras cuyos muros casi irreconocibles se vigilaba toda la comarca hasta hace 1.000 años.

Restos de la factoría en el interior de una urbanización.

Factoría fenicia

De la factoría fenicia poco queda ya. Las excavadoras dieron buena cuenta de ella. Era la época del ladrillo a toda costa. Por encima del pasado histórico. Ya que, aunque colectivos locales denunciaron ante la Junta de Andalucía el atropello que estaban sufriendo las ruinas, la inoperancia de administraciones locales y autonómicas permitió por omisión que se pudiera conservar esta joya milenaria de nuestro pasado. Simplemente quedó un pequeño trozo de la factoría en el interior de la urbanización que se construyó encima. Pocos complejos residenciales pueden lucir junto a su piscina y zonas ajardinadas las ruinas de una factoría fenicia de hace más de 2.500 años. Esto es Marbella.

A pesar de que muy poco se ha podido saber de este yacimiento, dada su rápida destrucción, sí se pudo determinar que tiene su origen en el siglo VII y que conectó con el pasado púnico del litoral (S.V-IV). También se descubrieron evidencias de que hubo actividad metalúrgica en la factoría e indicios de que estaba conectada con el cercano emplazamiento fortificado de Cerro Torrón.  

Valla rodeando los restos de este molino centenario.

Primer Molino

Más arriba de la desembocadura, justo por debajo del puente de la AP-7 a su paso al norte de Bello Horizonte, se ubica uno de los molinos que, desde la antigüedad, aprovecharon el cauce del Río Real para moler el grano o prensar aceite de oliva. Quedan poco más que ruinas, una alberca y otros restos molineros, entre ellos una impresionante obra de derivación por donde se conducía el agua hasta el molino. La historiadora Catalina Urbaneja apunta a que son de origen islámico y que en ese entonces se usaban para moler aceitunas. Posteriormente, tras la Reconquista, parece ser que hubo un periodo de tiempo que estuvo en manos de la Iglesia, sirviendo con fines harineros.

Construcción que derivaba el agua al interior del molino.

Recientemente ha sido vallado, por la propiedad del terreno, todo el perímetro del molino hasta el punto de que la verja casi llega al río. Actuación que ha sido denunciada por Javier de Luís, en representación de Ecologistas En Acción AEDENAT Malaka, ante la Consejería de Medio ambiente (órgano de cuenca), la Delegación de Cultura provincial de Málaga y al  área de inventario general de bienes y derechos del  Ayuntamiento de Marbella. “El cerramiento invade claramente la zona de servidumbre de cinco metros del Dominio Público Hidráulico”, ha denunciado De Luís.

Segundo Molino

Respecto al segundo molino, se puede acceder desde la parte alta del primero por un precioso sendero, a tramos cerrado por los arbustos, que nos transporte en unos 20 minutos hasta un imponente edificio derruido que más bien parece una fortaleza. Muy cerca del molino, junto al cauce del río, hay una calera, donde hasta hace pocas décadas se fabricaba cal con la que enlucir y proteger los muros de las casas, molinos y cortijos de los alrededores.

El segundo molino conserva aún sus fuertes muros.

Tal y como aclaró Catalina Urbaneja en el programa de TV Microclima, “hay mucho que investigar sobre este molino. Debió de pertenecer a una persona acaudalada, por las dimensiones notables de la edificación y la calidad de la construcción”. De hecho, hay sospechas de que, debido a la robustez de sus muros, cumplió también una función defensiva en tiempos turbulentos. Se la circunstancia de que, justo en la parte norte de la edificación, se encuentra el límite municipal con Ojén.

Detalle de los recios sillares con los que fue construido.

Valor medioambiental

Estos dos molinos se ubican en un paraje que tiene unos incomparables marcadores naturales. Como ha relatado a El Periódico de Marbella el ecologista De Luís, las riberas del Río Real son transitadas por nutrias, una especie protegida que justifica ya de por sí su declaración, en 2006, como Lugar de Interés Comunitario por la Unión Europea. Posteriormente en 2014, su protección se reforzó al ser catalogado el río Real como Zona de Especial Conservación (ZEC). Además de nutrias, sus aguas cobijan barbos, ranas y en sus adelfas y flora de ribera se esconden multitud de tipos de libélulas en estos días de calor.

La riqueza ambiental del Río Real es notable.

Sin embargo, actualmente este cauce soporta una enorme presión urbanística. No sólo porque pase directamente por el río la tubería del saneamiento integral de Ojén. Sino porque aún queda por ver el impacto que en el río tendrán los cientos de apartamentos de lujo que conforman el complejo de Palo Alto, situados en las colinas de Ojén que dominan el cauce.

Vistas del Cerro Torrón donde hay restos milenarios de un castillo.

Sin duda, el Río Real tiene unos marcadores históricos, culturales y naturales incomparables. Perfectos para que una administración pública pusiera en valor, por lo menos, el entorno de los dos molinos y el sendero que los conecta, ya que se podría crear una ruta interpretativa para que los escolares del municipio conocieran el importante pasado molinero de Marbella y, además, la riqueza natural del Río Real. Dejaremos para otro capítulo la otra joya histórica de este valle: el castillo de Cerro Torrón, cuya declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1985 no le ha privado de ser ignorado por las administraciones públicas. Es la Maldición del valle de Río Real.

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