Es sustantivo poco tratado con un sufijo que describe doctrinas, actitudes y escuelas; es sinónimo de forofismo, patrioterismo y localismo o lo que es lo mismo, llevar al límite, con fe ciega, el amor, pasión y ardor patrio por el lugar donde naces o por el equipo de fútbol que te hiela el corazón. Hay españolismo tal como andalucismo, malagueñismo y hasta marbellerismo.

Suele fundarse en el sentimiento de terruño, en la filiación de una forma de vida con un lugar, algo muy loable cuando significa integración y participación social. Lo que sucede es que, de forma equivocada, su defensa puede llevarse al extremo, sin concesiones ni críticas. Es atractiva arma política que explota el hecho diferencial en pos de intereses, en ocasiones, inconfesables, las más de las veces ideológicos de identificación de un proyecto político con la ciudad misma; así lo aprovechó Jesús Gil con aquello de que quien criticaba sus proyectos quería hacerle daño a Marbella. Explotó muy bien el agravio comparativo y lo desarrolló como una letanía que permanece incrustada en el sentir marbellero.

El marbellerismo es un monstruo al que ahora algún partido político hace guiños por su rentabilidad. Se utiliza como forma de cohesión sentimental que nos distancia del resto del mundo. Según esta tendencia somos unos privilegiados por vivir en el paraíso y quien nos intenta desprestigiar es por pura envidia, porque suponen que hay una conspiración, muy conspiranoica, que pretende arrebatarnos nuestro edén particular en pro de otras zonas turísticas y para ello nos niegan el pan y la sal, de manera que gobiernos central y autonómico nos han abandonado, nos odian y se niegan a invertir lo que derrochan en otras zonas.

No es broma y tiene una explicación: Marbella fue una creación personalizada del franquismo, emblema del turismo internacional de lujo desde los años 60, un lugar exclusivo para dirigentes del Movimiento Nacional, aristócratas y altos funcionarios y algo nos ha quedado en una especie de tardofranquismo arraigado en las entrañas. Los homenajes y reconocimientos a personalidades del franquismo están presentes en todos los rincones. Fueron los creadores de este espectacular centro turístico internacional, los magos que nos sacaron de la pobreza sin plantearse que en muchas de esas inversiones se escondían orígenes e intereses oscuros cuando no fraudulentos y, por supuesto, sin tener en cuenta el daño que se hizo en el medio ambiente, en nuestras costas, bosques y parajes naturales.

Porque esta es otra de las características del marbellerismo: nunca preguntes por el pasado de nadie, ni tampoco por el origen de su fortuna. Si es para generar riqueza en la ciudad, bienvenido sea, y si hay que destruir para crecer está justificado. Aplaudimos a corruptos, aceptamos a mafiosos como animales de compañía, a narcotraficantes como estrellas deslumbrantes, a traficantes de armas como admirables personajes. Nos da igual quien seas y de donde vengas siempre que traigas las alforjas cargadas de billetes.

El marbellerismo ha creado un catecismo de obligado cumplimiento: los males de Marbella no son por una mala planificación inicial, ni por los desmanes urbanísticos, ni por la volatilidad del capital, tampoco por la destrucción indiscriminada de la costa y de nuestro paisaje, ni, por supuesto, por una pésima gestión municipal. Los males de Marbella son por tan variadas como oscuras “manos negras”, principalmente de gobiernos socialistas, que intentan destruir Marbella por todos los medios.

Esta falta de autocrítica ha llevado a una complacencia nostálgica y, por extensión, a una atonía estructural. No hay nada que cambiar pues lo que se hizo bien hecho está. Hay que rematar la faena que iniciaron los pioneros, incluso volver a esos dorados años 60 por medio de una exaltación de aquellos valores.Esta corriente conservadora ocupa casi todos los espacios del poder municipal y se extiende en asociaciones afines en cualquier ámbito ciudadano. El marbellerismo es sectario y solo los buenos marbelleristas tienen espacio en esta idealización del pasado.

Precisamos de buenos ciudadanos críticos y progresistas que contrarresten esta losa añeja en la que nos quieren sepultar. Necesitamos nuevas ideas, proyectos ilusionantes y realistas. Savia nueva de sabios cirujanos de almas, de expertos en sociedades avanzadas, de generadores de ilusiones, sobre todo para no quedarnos donde siempre.

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