En este segundo reportaje sobre el médico militar marbellí Rogelio Vigil de Quiñones Alfaro recordaremos las campañas marroquíes de 1920 y 1921, con las que el general Manuel Fernández Silvestre pretendió expandir el dominio español sobre la Comandancia General de Melilla que culminaría en julio de 1921 en el Desastre de Annual, del que pronto se cumplirán 100 años. En este contexto, Vigil de Quiñones fue el encargado de organizar diversos hospitales y enfermerías en lugares expuestos del frente de combate como Zoco Mtlaza y Dar Drius y volvió a demostrar su templanza y su capacidad organizativa cuidando a los cientos de heridos supervivientes del Desastre de Annual que fueron atendidos en los hospitales de Melilla.

ACLARACIÓN: La foto de portada de este reportaje corresponde al oficial médico Rafael Ramírez atendiendo al suboficial Antonio Carrascosa, herido en un brazo y un pulmón en la campaña posterior al Desastre de Annual. La instantánea refleja la dureza de la atención médica en las zonas del frente y la carencia de equipamiento sanitario para dar una buena atención a los soldados españoles en Marruecos. Algo que conocía muy bien el marbellí Rogelio Vigil de Quiñones Alfaro. Colección de Antonio Bernardo Espinosa Ramírez.

EL CAMINO AL DESASTRE DE ANNUAL

Poco después de ser nombrado jefe de la Comandancia General de Melilla, el general Manuel Fernández Silvestre demostró que estaba empeñado en expandir el territorio bajo dominio español frente a las belicosas cabilas (tribus rifeñas), iniciando una campaña de conquista con el ojo puesto en la ocupación de Alhucemas, el corazón de la tribu más rebelde, la dirigida por el líder Abd -el Krim.

Antagonistas: izq. general Manuel Fernández Silvestre. Der. el líder rifeño Abd- el Krim.

Por este motivo, en mayo de 1920, el Jefe de Sanidad de la Zona, Francisco Triviño, ordenó a al comandante Vigil de Quiñones hacerse cargo del Hospital de Sangre establecido en la importante posición de Zoco el Telatza, con el fin de atender a las necesidades  que se derivarían de la prevista ocupación por parte de las tropas españolas del enclave de Dar Drius, “lugar donde efectivamente fueron evacuados los heridos y enfermos resultantes de dicha operación, siendo citado como distinguido en la Orden de la Plaza”, aclara Francisco Saro Garandilla, autor de De Baler a Melilla: Rogelio Vigil de Quiñones, el último de Filipinas.

Tras su conquista, Dar Drius se convirtió en una de las posiciones clave para sostener el empuje conquistador español, consolidándose como un campamento de concentración de tropas, con depósito de víveres y material de guerra. Según el libro La atención médica durante el Desastre de Annual, de Javier Sánchez Regaña, Vigil de Quiñones se encargó de organizar el hospital de campaña con 2 tiendas grandes cuadrilongas de doce metros, con 12 camas de hospital. Disponía de botiquín bien surtido, 40 camillas, servicio de cocina y un gran depósito de material.

Heridos transportados en mulo hacia el hospital de campaña de Annual. Fuente: Grupo FB Centenario del desastre de Annual 1921.

Los éxitos del general Fernández Silvestre llevaron el frente de combate a más de 90 kilómetros de Melilla, situando su campamento base en Annual. El avance también provocó una dispersión de las fuerzas españolas en decenas de pequeñas posiciones por toda la Comandancia Oriental de Melilla. La logística se estiró hasta el límite para cubrir las necesidades de munición, comida, medicinas y todo tipo de bastimentos militares que tenían esas posiciones. Téngase en cuenta que, según el libro Annual 1921, de Juan Palma Moreno, sólo existían 24 camiones para cubrir las necesidades de toda la Comandancia de Melilla y el 50% de ellos estaban siempre averiados. Otro ejemplo de las carencias logísticas, esta vez a nivel sanitario: en el libro La atención médica durante el Desastre de Annual, de Javier Sánchez Regaña, estima que en la Comandancia de Melilla servían un total de 97 oficiales médicos y 410 sanitarios para asistir a un ejército de 24.000 hombres. Había sólo cuatro ambulancias para todo el territorio y todo tipo de deficiencias y carencias crónicas en las enfermerías de campaña y los hospitales.

ABARRÁN, PRIMERA DERROTA

A pesar de la prudencia recomendada por el Alto Comisario del Protectorado Dámaso Berenguer para la campaña de 1921, el Comandante General de Melilla Manuel Fernández Silvestre tenía planificada un avance hasta la bahía de Alhucemas, en el corazón de las cabilas (tribus) rebeldes del líder Abd- el- Krim, situando el campamento central del ejército español en un lugar llamado Annual. A continuación, las tropas españolas, acompañadas por la cabila supuestamente aliada de Tensaman, acometieron por sorpresa el cruce del río fronterizo Amekran, estableciendo una posición fortificada en la colina pelada de Abarrán el 1 de junio de 1921.

El efecto sorpresa, si es que lo hubo, duró poco y los 250 soldados (200 de ellos de origen marroquí) de la posición fortificada de Abarrán pronto se vieron atacados por unos 3.000 rifeños de Abd- el Krim. La mayoría de los Policías desertaron y la cabila supuestamente aliada de Tensaman se pasó al enemigo. Se acababa en pocas horas una lucha desigual, cayendo un primer naipe de una torre muy alta que en pocas semanas caería por su propio peso.

El rifeño era un guerrero indomable, adaptado al calor y a la dureza de su tierra.

Como refleja su Hoja de Servicios de 1921, durante esta derrota, el comandante Vigil de Quiñones había sido nombrado jefe de evacuación del Hospital de Dar Drius, lugar en el que  practicó personalmente las curas y asistencia de los soldados heridos en Abarrán, así como la disposición de su  inmediata evacuación a la Plaza. Posteriormente, el médico militar marbellí se reintegró a su puesto en el hospital Docker de Melilla, lo que le salvaría seguramente la vida, ya que lo hizo pocos días antes del inicio del desastre de Annual.

Hoja de Servicios de 1921 de Vigil de Quiñones. Cortesía de Miguel Ángel López de la Asunción.

Esta derrota española subió la moral de los rebeldes marroquíes y engrosó las filas de las tropas del líder rifeño, que comenzó a presionar a las tropas españolas del campamento central de Annual, con tiroteos esporádicos e importunando a los grupos de soldados en misiones de aprovisionamiento y aguada.

IGUERIBEN, COMIENZA EL DESASTRE

El destino final de los miles de españoles al mando del general Fernández Silvestre se decidió en una abrupta colina situada a unos kilómetros del campamento principal español en Annual: Igueriben. Tomaremos como fuente del relato de la debacle que acontecería el libro de Juan Palma Moreno Annual 1921. Igueriben se fortificó con una guarnición de 350 soldados españoles bajo el mando del comandante Julio Benítez. El mayor problema que tenían era que el punto de aguada, hecho crucial en pleno verano, estaba a 4 kilómetros de distancia. Los rifeños obstaculizaron durante semanas la posición con tiros y emboscadas a las tropas de Annual que acudían a aprovisionar Igueriben. A partir de mitad de julio la presión aumentó y en los alrededores de la posición y frente a Annual se posicionaron miles de rifeños. La situación en Igueriben se hizo insostenible: los españoles acabaron bebiendo colonia, tinta y orines cuando el agua se agotó porque todos los intentos de llevarles ayuda desde Annual fracasaron. El día 21 de julio los supervivientes realizaron una salida desesperada. Solo una decena lograrán colarse entre las filas rifeñas y alcanzar Annual, donde varios morirían por beber demasiada agua. El comandante Julio Benítez murió en Igueriben, tras mandar este mensaje a Annual: “parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros”. Obtendrá la Laureada de San Fernando (máxima condecoración militar al valor) a título póstumo.

Ilustración de la posición de Igueriben.

Tras la caída de Igueriben, la situación del ejército español en Annual se volvió desesperada. Unos siete mil soldados (2.500 de ellos indígenas) formaban las fuerzas agrupadas en este campamento y en las posiciones cercanas. Hacia ellos se dirigió todo el poder unido de las cabilas de Abd- el Krim: se barajan cifras muy dispares, de entre 3.500 y 18.000 rifeños. El general Fernández Silvestre, tras muchas dudas, decidió retirarse a la posición de Dar Drius el día 22 de julio avanzada la mañana cuando ya los rifeños se aproximaban a Annual. Comenzó el Desastre: una retirada ante el enemigo es la operación más difícil de llevar a cabo para un ejército bien equipado y motivado y este no era el caso del contingente español. En cuanto los rifeños empezaron a aproximarse a Annual, cundió el sálvese quien pueda y el pánico colectivo. Hubo oficiales que se mantuvieron valientemente al frente de sus unidades y hubo oficiales que aprovecharon para escapar a caballo o en vehículo antes que nadie. A Fernández Silvestre, que se llevará gran parte de la culpa del Desastre, no se le volverá a ver: no se sabe si fue muerto por los rifeños o se suicidó.

A unas dos horas de camino de Annual los soldados fugitivos encontraron la posición de Ben Tieb, defendida por los Escuadrones de Caballería del Regimiento Alcántara al mando del teniente coronel Fernando Primo de Rivera, que protegieron la llegada de los supervivientes. Según el libro de Juan Palma Moreno, sólo en ese trayecto, y en las posiciones aisladas cercanas a Annual, murieron 4.000 soldados españoles.

Los rifeños dieron un respiro a los fugitivo, ante la protección brindada por la Caballería de Alcántara y la preferencia por saquear el campamento de Annual y a los miles de muertos. De este modo, los restos de la columna, escoltada por Primo de Rivera, consiguió llegar esa misma tarde a la posición de Dar Drius, donde tomó el mando el general Navarro, segundo al mando en la Comandancia General, que acababa de llegar de Melilla. Existían en la Comandancia de Melilla dos potentes unidades móviles al norte y al sur de su posición, cada una con más de mil soldados y artillería. Sin embargo, la del norte se rindió a los rifeños, siendo asesinados todos los soldados y capturados algunos oficiales. La del sur optó por retirarse hacia el sur a la zona francesa de Marruecos, perdiendo dos tercios de sus hombres hostigados por los rifeños.

Ilustración de la última carga del regimiento Alcántara en el río Igan.

El general Navarro no tuvo otra opción que continuar el repliegue hacia la posición de Monte Arruit. Cuenta con 2.600 soldados, casi todos desmoralizados excepto los de la Caballería de Alcántara. Este regimiento, que recibirá la Laureada de San Fernando de manera colectiva, se desangrará realizando innumerables cargas contra los rifeños (perdiendo 471 jinetes de los 691 que componen esta heroica unidad) para defender a la columna de Navarro y despejar el camino hasta la importante posición de Monte Arruit, a donde llegarían el día 28 de julio. Como asegura el coronel Alfredo Fernández Suárez, actual jefe del Regimiento de Caballería Alcántara 10, en un artículo publicado en el número 963 de la revista Ejército «el Alcántara no fue derrotado, cumplió su misión», hasta la aniquilación.

El campamento de Monte Arruit se convirtió en el último destino de los 3.000 supervivientes a las órdenes del general Navarro. Pronto son copados por los rifeños, que los asediaron hasta que el 9 de agosto Navarro aceptó la rendición, faltos de comida, agua y munición. Tras separar a unos 60 oficiales, incluido Navarro, y mientras los soldados supervivientes entregaban sus fusiles, fueron asesinados por los rifeños de una manera cruel e inhumana.

VIGIL DE QUIÑONES EN MELILLA

En Melilla el pánico se apoderó de la ciudad cuando se supo la dimensión del Desastre de Annual. La amenaza para la ciudad era real, ya que los rifeños se aproximaban y apenas quedaban tropas de guarnición en la plaza. Durante varios días los melillenses se temieron lo peor, ya que en la ciudad había 3.000 defensores mal armados contando a civiles voluntarios y guardia civiles, hasta que llegaron en barco procedentes de Ceuta los Tabores de Regulares y las Banderas del Tercio de la Legión al mando del general Sanjurjo. (Los legionarios de la I Bandera recorrieron 100 km en 24 horas para subir a los barcos y el recuerdo de la rapidez con la que se desplazaron para salvar Melilla aún perdura en forma de carrera de montaña: los 101 km de Ronda).

Ruinas de Monte Arruit, donde murieron asesinados miles de soldados españoles.

Reflejo del miedo que se vivió esos días es la anécdota que cuenta María Luisa Vigil de Quiñones, nieta del médico marbellí: “mi abuela contaba que en los pabellones militares donde vivían silbaban las balas y ella cogió a sus seis hijos pequeños y salió corriendo hacia la ciudadela de Melilla. Una vez en la fortaleza, encontró a un oficial de la Legión a caballo que la tranquilizó diciéndole que los refuerzos ya habían llegado”.

Previendo la llegada masiva de heridos, el superior de Vigil de Quiñones, el coronel Francisco Triviño había ordenado habilitar el cuartel de Santiago como hospital provisional, a la vista de que el Docker era insuficiente para contener tantos heridos y enfermos. Según el historiador Francisco Saro Gandarillas en su estudio De Baler a Melilla: Rogelio Vigil de Quiñones, el último de Filipinas, “para organizar el nuevo hospital son designados los comandantes médicos Rogelio Vigil de Quiñones  y Cándido Jurado, como jefes de clínica, estableciéndose un centro de acogida sanitaria capaz para 1.000 camas, dividido en dos clínicas a cargo de los dos jefes médicos”.

Soldado español herido tras el desastre de Annual. Fuente: Grupo FB Centenario del desastre de Annual 1921

Durante las semanas de julio y agosto Vigil de Quiñones se dejó la piel intentando garantizar una atención médica digna a los cientos de heridos que fueron llegando al hospital de Santiago procedentes del Desastre de Annual. Una vez puesto en orden el nuevo centro, Vigil de Quiñones se reintegró al Hospital Docker en el mes de septiembre siguiente.

Tal y como refleja su Hoja de Servicios de 1921, el médico de Marbella fue de un lado a otro en estas semanas infernales. El día 13 de septiembre, la falta acuciante de oficiales médicos cualificados motivó que el jefe de Sanidad Francisco Triviño encargará a Vigil de Quiñones la adecuación del cuartel de Artillería en centro médico, convirtiéndolo en el hospital Alfonso XIII.

Según relata Saro Garandilla, “… por aquella época estaba completamente lleno, habilitándose incluso tiendas de campaña donde se agrupaban los enfermos, mezclándose, en tremenda e inevitable confusión, heridos y enfermos, españoles y rifeños, obligando a los médicos a un trabajo fuera de toda medida”.  

Vigil de Quiñones luciendo algunas de sus condecoraciones. Foto: coronel Enrique Catalinas.


El autor de De Baler a Melilla: Rogelio Vigil de Quiñones, el último de Filipinas, explica en su estudio que el trabajo desarrollado por el comandante Vigil de Quiñones en este hospital se vio recompensado con la felicitación que el Inspector Jefe de la Sección de Sanidad Militar del Ministerio de la Guerra insertó en la Orden General del Cuerpo en 1923, «por su celo e inteligencia en el desempeño de su cometido».

Por encima de todo, para Saro Garandilla la cualidad que más destaca de  Rogelio Vigil de Quiñones es la discreción. “Jamás alardeó de su  meritoria actuación en Filipinas; ni siquiera le gustaba hablar de aquella parte de su vida. En Melilla pocos sabían de su pasado, porque el comandante evitaba cualquier alusión al mismo. A su trabajo y su familia dedicaba toda su atención”, explica.

CONTRAATAQUE

Desde España empezaron a llegar miles de soldados a Melilla, hasta el punto de que un mes después del Desastre de Annual, el ministro de Guerra Juan de la Cierva pasó revista a un ejercito de 38.000 soldados. Tras luchas encarnizadas con los rebeldes de Abd -el Krim se fue recuperando poco a poco gran parte del territorio perdido, llegando a Monte Arruit el 24 de octubre. Allí los españoles se dedicaron a darle sepultura a los 3.000 soldados martirizados en esta posición tres meses antes. En definitiva, la guerra contra Abd -el Krim culminaría, tras fuertes luchas, en 1925, tras el desembarco y ocupación de la zona de Alhucemas, el territorio del líder rifeño.

Desembarco de Alhucemas que provocó a la postre la derrota de Abd -el Krim.

UN FINAL DISCRETO, UN FUNERAL DE HÉROE

Rogelio Vigil de Quiñones siguió prestando servicio en los hospitales de Melilla hasta que pasó a la reserva en 1924. Se asentó con toda su familia en San Fernando y posteriormente en Cádiz, «ya que su hijo mayor Rogelio tenía la intención de ser marino. Al final no pudo ser y mis abuelos se quedaron a vivir en la capital gaditana, donde jugaba al tresillo (un juego de cartas) con sus amigos y donde pronto se ganó fama de ser un médico que atendía a los más desfavorecidos sin pedir nada a cambio, provocando muchas veces el enfado de mi abuela, ya que tenían seis hijos y la paga de militar no daba para mucho”, revela su nieta María Luisa que asegura que “siempre fue un hombre discreto, humilde y que nunca quiso alardear del papel tan importante que tuvo en Filipinas”.

Rogelio Vigil de Quiñones y su mujer Purificación. Foto: María Luisa Vigil de Quiñones.

Rogelio Vigil de Quiñones Alfaro murió en Cádiz el 7 de febrero de 1934.  Al poco tiempo sus restos fueron exhumados y trasladados a Madrid. A su llegada a la estación de Atocha fueron recibidos, entre otros altos jefes militares, por el celebre cirujano militar Mariano Gómez Ulla. Le fueron rendidos honores militares y posteriormente, en carroza y con un cortejo militar, fue trasladado al Cementerio de La Almudena, al Panteón de los Héroes de las campañas de Cuba y Filipinas.

Rogelio Vigil de Quiñones Alfaro vivió y fue enterrado como un héroe. Demostró la auténtica vocación de ayuda al herido y al necesitado en las batallas en las que prestó servicio en Asia y África. Daba igual que fueran soldados españoles, filipinos o rifeños, todos tenían la atención médica asegurada cuando caían en manos del oficial marbellí.

Ha pasado el tiempo y, aunque Vigil de Quiñones da nombre a un parque, a una calle y tiene una placa en la puerta de la casa donde nació, sigue siendo un desconocido para muchas personas de Marbella. La modestia y discreción con la que se condujo en vida no debe conducirle al olvido, más bien le debe hacer merecedor de un reconocimiento mayor por parte de quien corresponda.

Si quieres leer la primera parte de este reportaje:

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