En el verano de 1936, cuando en Marbella aún se olía el hollín de los edificios religiosos quemados, comenzaron a llegar al municipio decenas de personas provenientes del Campo de Gibraltar y de la sierra de Cádiz que huían de las tropas Nacionales. Fueron pasando los días y el número de personas acogidas aumentó, sumándose cientos de personas de los pueblos de la Serranía de Ronda conforme el frente de combate avanzaba. Hasta que llegó un momento, ya en octubre, en que miles de personas que huían de las tropas Nacionales ocuparon parques públicos, iglesias abandonadas y edificios municipales saturando completamente los servicios públicos de Marbella.

Todo esto lo sabemos porque, en 1980, la profesora Lucía Prieto encontró en el entonces húmedo y oscuro Archivo Municipal un documento único e inédito para entender el impacto de los refugiados en nuestro municipio: el Libro de Registro de personas refugiadas en el término municipal de Marbella. “Es un documento que refleja cuantas personas fueron acogidas en Marbella, con información sobre a qué se dedicaban, de donde venían y si eran unidades familiares”, explica Prieto.

La historiadora señala que en ese entonces, en los primeros meses de la Guerra Civil, el gobierno republicano encargó a los responsables municipales de toda España que registraran en un Libro de Refugiados a todas aquellas personas desplazadas de sus pueblos por la guerra. El de Marbella es el único que existe en la provincia de Málaga.

“Esteban Guerrero, el Inglesito, era profesor en Marbella y se encargó de tener al día el Libro-Registro de Refugiados por mandato del Comité de Enlace de Marbella, el órgano municipal que se instauró tras el golpe militar para gestionar la ciudad”, aclara Prieto. Lo hizo de forma concienzuda y, gracias a ello, sabemos que en los meses de otoño y hasta mitad de enero de 1937, Marbella acogió a un total de 4.098 personas de 14 pueblos. Hay que tener en cuenta que en el término municipal vivían cerca de 10.000 personas.

Libro de Refugiados de Marbella que se conserva en el Archivo Municipal.

Del Libro-Registro de Refugiados se desprende que más del 75% de aquella masa humana que se realojó en Marbella eran mujeres, niños y adultos mayores de 50 años. Procedían en su totalidad del medio rural y eran, a excepción de un amplio número de pescadores de Manilva, pequeños campesinos y jornaleros; artesanos e industriales.

Sabemos quiénes eran, de donde venían, a qué se dedicaban y cuantas personas formaban el núcleo familiar. Sabemos que de las casi mil doscientas mujeres mayores de 16 años refugiadas, solo once  tenían profesión –costureras y una petaquera de Ubríque— y que muchas, convertidas en cabeza de familia, estaban solas a cargo de los niños y los ancianos. Sabemos que las familias de Casares, Manilva y San Roque alojadas en Marbella superaban el centenar; que varias decenas procedían de Jimena de la Frontera, de Ronda, de La Línea y de Grazalema; que otras muchas habían llegado desde El Gastor, San Martín del Tesorillo, Ubrique y Castellar de la Frontera”, explica Prieto.

Prieto relata en el libro Población y Guerra Civil en Málaga: Caída, éxodo y refugio que muchos de los refugiados llegados a San Pedro de pueblos de la Serranía pasaron meses cobijados bajo los chopos de la Colonia en chamizos hechos de cañas y mazorcas hasta que el tiempo empeoró. Posteriormente, “las decenas de familias que acamparon bajo los chopos fueron acomodadas, tal y como muchos recordarán, en un gran edificio estrecho y largo desde el que veían bajar las aguas de un río que se llamaba Guadaiza. Otros fueron alojados en la propiedad incautada a Norberto Goizueta. También en la Villa de San Luis (actual edificio de la Tenencia de San Pedro)”.

En Marbella, la avalancha de gente que llegó a la ciudad a primeros de octubre desbordaba las estrechas calles del casco urbano. Mientras duró el buen tiempo la multitud sobrevivió en precarios campamentos a la intemperie. Su presencia inquietaba a los dueños de los huertos que rodeaban la ciudad y suscitaba una profunda desconfianza en una población que, ya en octubre de 1936, fue superada en más del 50% por los recién llegados. La lluvia y el frío obligaron al Comité de Enlace a permitir el alojamiento en los almacenes de La Marina, en el Hospital de San Juan de Dios y entre los calcinados muros de la Iglesia de la Encarnación.

Durante esos meses los refugiados sufrieron las inclemencias del tiempo, el frío, la desnutrición y el hacinamiento en espacios insalubres. “Solo en el mes de octubre murieron once niños que no habían cumplido los dos años de edad. Ya en pleno invierno, en noviembre y diciembre de 1936, aunque el ritmo de la mortalidad infantil descendió, aún murieron varios niños a causa de gastroenteritis y, sobre todo, en los albergues más cercanos a la playa, de bronconeumonía” explica Lucía Prieto. Hubo también un problema creciente con la aparición de los primeros casos de tifus, hasta el punto de que desde Marbella se pidió ayuda al Gobierno Civil, sin éxito.

Familia de refugiados.

Esta situación casi insostenible terminó cuando las tropas Nacionales retomaron su avance a mediados de enero de 1937 desde el Frente de Estepona. Los soldados franquistas al mando del  coronel Francisco Borbón y de la Torre, Duque de Sevilla, llegaron a San Pedro, previo ataque con cañones desde los buques de guerra nacionales y tras un bombardeo aéreo de la aviación sobre la Alcoholera que provocó varios muertos. Muchos sampedreños se unieron a los refugiados huyendo a Málaga capital. De Marbella también escapó mucha gente a los montes tras ser igualmente bombardeada por los cruceros pesados Canarias y Cervera.

El miedo que producía la inminente llegada de los soldados nacionales en muchos de los marbellíes y en los refugiados fue potenciado por el general franquista Queipo de Llano, que ostentaba el mando del Ejército del Sur, a través de sus alocuciones radiofónicas. Baste un ejemplo: “Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen o pataleen».  Media Marbella huyó de la ciudad por miedo a las tropas que comandaba este sujeto.

Según explican las profesoras Lucía Prieto y Encarna Barranquero en el libro Población y Guerra Civil en Málaga: Caída, éxodo y refugio, cuando las tropas franquistas del Duque de Sevilla llegan a Marbella, “escapan los más de cuatro mil refugiados que hay en el municipio y el 50% de la población, unas cuatro mil quinientas personas. La llegada de este contingente de refugiados a la capital malagueña provocó una desmoralización total”

 “A los pocos días, cuando se estabilizó el frente por unos días en Río Real, la mayoría de los marbellíes regresaron a sus hogares. Sin embargo, hemos calculado que unas 150 personas de Marbella se unieron a los refugiados camino de Málaga, participando unas semanas después en la trágica Desbandá de la carretera de Almería”, aclara Prieto.

Esas familias marbellíes y sampedreñas que huyeron a Málaga participaron en la segunda semana de febrero en uno de los episodios más trágicos que vivieron los civiles en la Guerra Civil: la Desbandá de la carretera de Málaga a Almería. Será explicado en un tercer reportaje mañana.

Puedes leer el primer reportaje de esta serie sobre Marbella y la Guerra Civil aquï:

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