Javier Lima- Verso Libre- A por el Plan A

Hubo un artículo que leí no hace mucho que me golpeó la conciencia como si de un látigo se tratara. ‘El océano está roto, relato de un marinero en su viaje al mar’ era el nombre de la historia que relataba un marinero escocés, Ivan Macfadyen, sobre un viaje en 2013 en velero de tres mil millas náuticas por los océanos de Australia, Japón, Nueva Guinea y Estados Unidos.

Un relato desgarrador y una llamada de atención sobre los efectos que la mano del hombre está causando en los océanos y en su biodiversidad debido a la sobreexplotación de los recursos pesqueros. Narraba este marinero que diez años antes había zarpado de Melbourne rumbo a Osaka y que para comer solo tenía que tirar un sedal para pescar. Sin embargo en este último viaje desolador de 28 días solo había conseguido dos pescados. No vieron ni tortugas, ni delfines, ni tiburones ni tampoco las usuales aves marítimas en busca de peces. El mar estaba muerto. Como si de una augurio se tratara solo se encontraron con una ballena que parecía tener un gran tumor en la cabeza. Eso y una gigantesca isla flotante de basura, procedente, por los restos que se veían, del tsunami que asoló Japón un par de años antes.

Si el medio ambiente terrestre no nos importa en demasía, el medio marino nos importa demasiado poco. Debe ser por lo que dice el refrán de ojos que no ven corazón que no siente. Los estragos en la naturaleza terrestre los podemos observarlos propios ciudadanos, en el medio marino apenas son perceptibles sino no es por la denuncia de los ecologistas y de las asociaciones conservacionistas que llevan denunciando ya hace mucho tiempo el estado de nuestros mares y océanos. Es lamentable si pensamos que la vida en este planeta se originó en el mar y lo estamos dejando sin vida pero lleno de plásticos y residuos humanos. Mal trueque este.

Esta semana pasada tuvimos la suerte en mi trabajo de traer un taller de aquaponía gracias a la asociación Aula del Mar y La Noria donde tuvimos a su presidente, Juan Antonio López Jaime, para que nos hablara a los participantes de la formación sobre esta técnica totalmente sostenible y que es una alternativa que puede aliviar la sobreexplotación de los recursos pesqueros y su repercusión en la biodiversidad marina. Es de agradecer a esta asociación, que tiene como objetivo la conservación del medio marino, que esté compartiendo desde hace ya unos años su conocimiento sobre esta técnica innovadora y sostenible que permite en un mismo espacio cultivar peces y vegetales. Todo un ejemplo de economía circular que proporciona múltiples soluciones a tanto a nivel económico, como alimentario y medioambiental y que se puede aplicar a nivel local como a nivel mundial, con especial interés, en mi opinión, en proyectos de desarrollo en lugares donde el agua escasea y comer es un privilegio.

Nos decía Albert Einstein que si buscábamos resultados distintos, no hiciéramos siempre lo mismo. Algo que forma parte de la innovación. Está claro que no podemos seguir como lo hemos estado haciendo hasta ahora, con un ritmo de producción y consumo que no lo aguanta nuestro planeta. Como nos dice la activista medioambiental Yayo Herrero: «si el conjunto de toda la población consumiera igual que un español medio harían falta entre 3 y 4 planetas. Si lo extrapolamos a países como Estados Unidos, necesitaríamos entre 5 y 7 planetas». Y consumimos de esa manera porque más del 26% de la población mundial no tiene asegurado un plato de comida, pese a que sus países son el granero y una fuente de recursos para el primer mundo.

Si la pandemia es en la actualidad una grave amenaza, el cambio climático representa una amenaza peor con problemas tan acuciantes como la lucha por el agua potable y los recursos ante una población mundial en continuo ascenso que ronda los 7.700 millones. De ahí que necesitemos cambiar nuestros paradigmas actuales de desarrollo, de buscar urgentemente un plan ante la certeza de que no hay planeta B a la vista pese a las misiones espaciales que buscan condiciones de vida en otros rincones del universo, conscientes que será más ‘fácil’ eso que conservar la vida con toda su plenitud en el planeta tierra.

Pero no podemos ni debemos rendirnos. Esta semana desde Marbella Activa nos sumábamos a la iniciativa malagueña del ‘Plan A’. Una iniciativa de la sociedad civil y las empresas impulsada por el Foro NESI a la que ya se han sumado más de 70 organizaciones y 5.000 personas para que España sea líder en sostenibilidad y en innovación. Una iniciativa que llegará próximamente al Congreso de los Diputados mientras sigue recabando apoyos. Una propuesta que defiende un nuevo modelo económico transformador, alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, que priorice el servicio a las personas y el planeta. Una economía del bien común, una economía con sentido, en la que las organizaciones antepongan su propósito social a la mera maximización del capital, y donde se pueda progresar económicamente a la vez que se crea riqueza social.

Desde luego lo que hay que tener claro es que no valen los lamentos si luego como sociedad no somos capaces de movilizarnos en la búsqueda de soluciones. Foro NESI lo ha hecho con su Plan A. Yo desde luego me sumo a su propuesta y a las de todas aquellas personas y organizaciones que creen que desde la inteligencia colectiva, la cooperación y la cocreación seremos capaces de transformar el mundo y afrontar esta crisis que estamos viviendo y las que puedan llegar en el futuro. No hay planeta B.

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