El Capitán Alatriste se lee y estudia en muchos institutos de España para reflejar cómo era la sociedad española durante el Siglo de Oro. El personaje del siglo XVII del escritor Arturo Pérez Reverte era el ejemplo de soldado español que luchaba al servicio del Rey Felipe IV y cuya honra y honor, como buen hidalgo, era más importante que su propia vida. Marbella tuvo su propio personaje de leyenda en la figura del Capitán Tomás Domínguez de Calatrava, un militar marbellí que vivió en la misma época que el del protagonista de Pérez Reverte. Fue anfitrión del Rey Felipe IV, luchó contra los piratas berberiscos innumerables veces, amó a muchas mujeres, teniendo hijos legítimos y numerosos bastardos (22 en total); y no dudó en empeñar parte de su gran fortuna en ayudar a los necesitados de Marbella cuando una pandemia, mucho más atroz que la que vivimos actualmente, asoló el municipio y gran parte de España. Esta es su historia. 

CUANDO EL REY ES TU INVITADO EN CASA 

Tomás Domínguez de Calatrava (1615-1697) estaba destinado a realizar grandes gestas y no defraudó estas expectativas. Era el hijo mayor del noble más poderoso de Marbella, el regidor Melchor Domínguez Infante.  

Tal y como relata su descendiente en séptimo nivel, el historiador e investigador Antonio Romero Domínguez, en su artículo El Cortijo de Miraflores del número 8 de la revista Cilniana, “su padre Melchor Domínguez fue Gobernador de Marbella y Regidor Perpetuo, título este que compró por la suma de 1.200 ducados reinando Felipe III”, toda una fortuna para la época. Mucho de lo que se sabe sobre nuestro protagonista, el Capitán Tomás, se debe al libreto “Servicios del capitán de caballos don Tomás Domínguez de Calatrava. De 1635 a 1697” y también a un memorial encargado por el nieto del Capitán Tomás, Tomás Domínguez Vargas, para recopilar todos los méritos y acontecimientos principales de su bisabuelo, abuelo y padre”, aclara Antonio Romero. 

Seguramente uno de los recuerdos que más marcaron la infancia del pequeño Tomás Domínguez de Calatrava fue la visita del joven Rey Felipe IV a Marbella el sábado santo y el domingo de Ramos de 1624. El niño de 9 años viviría con exaltación la estancia del monarca en su propia casa, ya que su padre, Melchor Domínguez, era el teniente de corregidor de Marbella en esos días e hizo de anfitrión a su Majestad en su paso por la ciudad. 

Casa de los Domínguez hasta hace cien años.

Marbella acababa de ganar una dura batalla contra un grupo de piratas berberiscos, algo que era bastante habitual en los pueblos costeros del litoral andaluz que sufrían las incursiones de los saqueadores venidos del norte de África. En 1624, el joven Rey Felipe IV, de 18 años, llevaba poco tiempo en el trono y decidió hacer un viaje por parte de sus dominios y Marbella fue uno de los lugares elegidos para pasar la noche en su trayecto por Andalucía, concretamente el 30 de marzo. Por eso, el padre del joven Tomás, el regidor Melchor Domínguez, pagó de su bolsillo el adecentamiento de los caminos de acceso al pueblo y el engalanamiento de sus calles. Según relatan las crónicas de la época, debido al arrojo de los soldados marbellíes en la reciente batalla con los berberiscos, el Rey Felipe IV hizo la merced de entrar andando a Marbella, sin duda un gran honor por parte de este monarca hacia la ciudad.  

En agradecimiento a Melchor Domínguez, el rey Felipe IV le regaló cuatro cuadros con retratos del Rey, de su hermano Carlos, de su esposa Isabel de Borbón, y de su madre Margarita de Austria. “Durante doscientos años lucieron en las paredes del cortijo Miraflores, la casa de campo que erigiría a comienzos del siglo XVIII el hijo de Tomás, exactamente donde ahora están las dependencias del Archivo Municipal. Uno de los cuadros fue malvendido por un Domínguez que necesitaba dinero, pero los otros tres se encuentran actualmente en el Obispado de Málaga como legado del Hospital de Santo Tomás de Málaga”, explica Antonio Romero Domínguez.  

Tres de los cuadros que Felipe IV regaló a los Domínguez.

Durante muchos años quedó como recuerdo del paso del Rey por su casa, hasta que los Domínguez vendieron la casa a Endesa a principios del siglo XX, una placa de mármol, hoy en el Hospital de Santo Tomás de Málaga, con la frase: “El Rey Nuestro Señor don Felipe el quarto reposó en esta casa el 30 de marzo de 1624 gobernando esta ciudad don Melchor Domínguez Infante Wasconcelo”. 

HECHOS DE ARMAS DEL CAPITÁN 

Los habitantes de Marbella, como Estepona, Fuengirola y otros municipios costeros, vivieron durante siglos con un ojo puesto en el mar por si venían navíos berberiscos a saquear la ciudad y esclavizarlos. En los tiempos que nos ocupan, el siglo XVII, el litoral malagueño sufrió numerosos ataques, como el que refiere en su obra magna Crónica de Marbella el historiador y Cronista Fernando Alcalá Marín, “en 1623 mil quinientos moros efectuaron un desembarco en Estepona pero fueron rechazados sin otra víctima que un desgraciado caballero que, creyéndolo todo perdido, se vistió de moro para salvarse y fue muerto por los propios esteponeros”. Alcalá Marín refleja que el asalto duró 7 horas y Estepona resistió por la pólvora y los soldados que acudieron a ayudar desde Marbella.  

En este contexto de inseguridad crónica, el destino de Tomás era seguir los pasos de su padre y antepasados: gobernar y defender Marbella, principalmente de los piratas berberiscos. Por eso, uno de los primeros testimonios que hay sobre su vida relata el primero de los muchos combates que este capitán de Caballos tuvo contra los corsarios venidos de África. En 1638, cuando contaba 23 años, Tomás salvó un barco cristiano cargado de sal que habían capturado cuatro navíos turcos en la zona del río Guadaiza. Un año después Tomás comandó con éxito una tropa marbellí que ahuyentó a otro navío pirata berberisco que intentó capturar un barco cristiano que transportaba carbón a Marbella. 

Poco después, en 1640 moría su padre Melchor y el capitán de Caballos Tomás Domínguez, a sus 25 años, se hacía con el Mayorazgo y heredaba los cargos de su progenitor. 

En 1652 salió Tomás a bordo de un navío suyo con 24 soldados que lograron alcanzar a un barco berberisco cuyos piratas habían esclavizado a una familia cristiana que vivía en arroyo Sequillo. Tomás volvió a Marbella con 16 moriscos cautivos. 

Placa que reconoce la vista del Rey Felipe IV a la casa de los Domínguez.

Relata Fernando Alcalá Marín en Crónica de Marbella que, para aportar seguridad a quienes cultivaban la rica vega del Guadaiza el capitán Tomás Domínguez,  donde está actualmente la iglesia de la Virgen Madre de Nueva Andalucía, construyó “una torre y casa fuerte murada con una campana dentro prevenida con armas y pertrechos para resistir a los moros que saltaban aquellas playas”. Es esa campana la que se hacía sonar para dar la alarma. La misma que ha acabado dando nombre a esa parte de Nueva Andalucía. 

LA PESTE DE 1649 

El impacto del coronavirus que estamos viviendo nos ha cogido de improviso a todos. Sin embargo, aunque en el siglo XVII morir debido a una pandemia era algo habitual, el brote epidémico que se cebó especialmente con Andalucía entre 1649 y 1652 fue muy virulento, hasta el punto que se calcula que falleció medio millón de personas, sobre una población total de 7 millones de españoles. 

La huella que dejó esa pandemia terrible fue encontrada hace un año, cuando se descubrieron decenas de cuerpos enterrados en fosas comunes durante la construcción de un hotel en La Fonda en la céntrica calle Ancha. El arqueólogo encargado de estudiar el yacimiento, Miguel Vila, explicó a este periódico que “encontramos una decena de fosas comunes y suponemos que los cuerpos pertenecen a fallecidos en alguna de las epidemias que acontecieron en el siglo XVII, ya que algunos cuerpos estaban desnudos, otros con objetos o restos de comida ya que al parecer, los enterradores no quisieron ni quitar estos objetos por no contagiarse”.  

Arqueóloga desenterrando el esqueleto de un marbellí fallecido en la pandemia del siglo XVII.

Como se ve, Marbella sufrió mucho durante la peste de 1649. Según explica Antonio Romero Domínguez, “el capitán Tomás Domínguez se volcó en ayudar a los vecinos, poniendo de su bolsillo 2.000 ducados para socorrer a los enfermos y necesitados de Marbella, sin recibir nada a cambio”. Hay que tener en cuenta que, en esa época, un soldado de los Tercios de Flandes cobraba un sueldo mensual de 3 ducados, mientras que un capitán ganaba unos 60 ducados. 

LA FAMILIA DEL CAPITÁN 

El capitán Tomás Domínguez se casó tarde, en 1666 teniendo 51 años, con la joven Catalina Luisa de Godoy y Espino, de 15 años, con la que tuvo cinco hijos, el mayor de los cuales, Tomás Domínguez Godoy heredaría el Mayorazgo. Sin embargo, nuestro capitán, antes de casarse, había tenido una intensísima vida amorosa, ya que en total engendró a 17 hijos fuera del matrimonio. La lista de las mujeres que amó y los hijos bastardos que tuvo es demasiada larga como para reproducirla. Basta mencionar que estuvo con las primas María y Melchora Francisca Arias Maldonado, (parientes cercanas de otro insigne marbellí, Rodrigo Arias Maldonado). Con la primera tuvo a Fernando Infante de Calatrava, que llegó a ser capitán de infantería, y a Mariana Infante de Calatrava. Mientras que con Melchora tuvo a Alonso Andrés Gamero de Calatrava, que llegó a ser regidor.  

De su matrimonio con la joven Catalina Godoy nació su heredero Tomás Domínguez Godoy en 1681, cuando el Capitán Tomás tenía ya 66 años. Según explica su descendiente Antonio Romero Domínguez, “el viejo Capitán debía tener algún tipo de problema de demencia senil, porque no hizo testamento, aunque concedió a su mujer Catalina un poder para testar en su lugar”. Tomás Domínguez de Calatrava falleció en Marbella el 26 de junio de 1697, cuando tenía 82 años. 

Poco antes de morir, el viejo Capitán Tomás también fue responsable de la construcción de la fuente que actualmente está situada en la Plaza de los Naranjos, junto a la capilla de Santiago. Según Antonio Romero, pagó 125 ducados al maestro cantero Bartolomé Meléndez por esta obra de mármol blanco y se ocupó de su traslado desde Málaga hasta su actual ubicación. 

Su hijo, que bien merece otro reportaje, fue también un importante personaje en Marbella y un destacado militar. Tomás Domínguez Godoy fue quien compró en 1706 el terreno y edificó una casa de campo donde actualmente se encuentra el cortijo Miraflores. Según relata el historiador Antonio Romero, “gastó 30.000 ducados en la casa de campo y en los dos trapiches de azúcar, el de la Inquisición (Trapiche del Prado) y el de Miraflores”. Además, participó, como su padre, en innumerables combates, tomando parte en el asedio de Gibraltar de 1704 y en batallas por todo el litoral malagueño contra piratas ingleses y berberiscos. 

EL TESORO DE LOS ARCHIVOS DOMÍNGUEZ 

Los Domínguez, con Melchor, el Capitán Tomás, su hijo y sus descendientes ocuparon altos cargos en la gestión de Marbella a nivel político y empresarial durante siglos. Uno de ellos, el general José López Domínguez, llegó a presidir el Consejo de Ministros de España hace poco más de cien años, siendo el marbellí de nacimiento que ha ocupado el cargo más alto posible en el gobierno de España. 

Archivos de la familia Domínguez amontonados en el Obispado de Málaga.

El Mayorazgo de los Domínguez llegó a contar con más de 150 propiedades repartidas por Marbella, Istán, Belmonte, La Puente de don Gonzalo, Málaga y otros municipios. Sin embargo, en el siglo XIX, por ley, quedaron abolidos los Mayorazgos y el vasto patrimonio de esta familia marbellí se diluyó en un par de generaciones. Sí permanecieron, en el Hospital de Santo Tomás de Málaga y posteriormente en el Obispado, tres completos archivos con la historia centenaria de los Domínguez que ocupan decenas y decenas de cajas, que siguen esperando a ser clasificadas para arrojar luz sobre la historia de Marbella a través de una de sus familias más poderosas. Todo un tesoro que acumula polvo a la espera de ser estudiado y divulgado. 

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